El gobierno del conservador Boris Johnson ha hecho del control de la inmigración uno de sus objetivos tras el Brexit. Foto: AFP.
Enviar a los migrantes en medio del Atlántico, a viejos transbordadores o incluso crear olas en el canal de la Mancha para hacer retroceder embarcaciones: las propuestas contempladas por el Reino Unido para endurecer su política migratoria crean polémica.
El gobierno del primer ministro conservador Boris Johnson, que tras el Brexit ha hecho del control de la inmigración un caballo de batalla, asiste a un número récord de intentos por parte de los migrantes de atravesar el canal de la Mancha desde Francia, en embarcaciones improvisadas en ocasiones, con la intermediación de los traficantes de personas.
En agosto, la ministra del Interior, Priti Patel, prometió hacer lo posible para convertir esta ruta en “intransitable”. Se contemplaron varias opciones disuasorias, aunque por ahora no se adoptó ninguna, según la prensa británica.
Plataformas petroleras
Según el Financial Times, el ministerio del Interior contempló enviar a los solicitantes de asilo a más de 6 000 km del Reino Unido, en pleno Atlántico sur, a las islas volcánicas de Ascensión o Santa Elena, donde murió Napoleón. Antes de renunciar a ello por cuestiones prácticas.
Otra idea, afirma el diario financiero, sería desplegar barcos que generan olas para forzar a las pequeñas embarcaciones a retroceder a aguas francesas, lo que suscitaría “preocupaciones en cuanto al riesgo de hacer volcar a los migrantes”.
El diario The Guardian afirma por su parte que Downing Street pensó en construir centros de tratamiento de solicitantes de asilo en Moldavia, en Marruecos o en Papúa Nueva Guinea. La opción fue descartada por los diplomáticos.
De acuerdo con Times, el ejecutivo incluso planeó retener a los migrantes en plataformas petroleras en desuso, antes de optar por transbordadores fuera de servicio y que echarían el ancla en alta mar.
“Desarrollamos proyectos para reformar las políticas y la legislación sobre la inmigración ilegal” con el objetivo de “impedir abusos” y “criminalidad”, reaccionó un portavoz de Boris Johnson, que no confirmó estas informaciones.
“Es sumamente importante disuadir a la gente de emprender viajes que ponen en peligro sus vidas y que pidan asilo en el primer país seguro al que llegan”, añadió. “En este marco, observamos lo que hacen muchos otros países”, sostuvo.
“Inhumano”
Para muchos críticos, tanto en la oposición como entre los defensores de derechos humanos, estas propuestas se inspiran directamente del muy controvertido sistema australiano, condenado por la ONU.
Australia no acepta refugiados en su territorio, incluso aquellos que cumplen con los criterios del derecho de asilo. Los refugiados que no son rechazados en el mar, son enviados a centros especializados en las islas del Pacífico.
Las pistas mencionadas por el Reino Unido constituirían “la prolongación del ambiente hostil” hacia la migración ilegal que ya aplicaron los sucesivos gobiernos conservadores, señala Angieszka Kubal, profesora de sociología en el University College de Londres.
“Los tories [conservadores] pasan de una idea inhumana e impracticable a otra”, lo que demuestra que perdieron “cualquier sentimiento de compasión”, denunció Nick Thomas-Symonds, encargado de cuestiones de inmigración en la oposición laborista.
Para Amnistía Internacional Reino Unido, enviar lejos a los migrantes “ignora toda consideración de [sus] necesidades, derechos y bienestar”.
Refugee Action considera “profundamente perturbador que nuestra ministra del Interior haya llegado a contemplar que este proyecto inmoral e inhumano pueda ser una solución seria a una crisis humanitaria”.
Delante de los diputados, una responsable de la ONU, Rossella Pagliuchi-Lor, exhortó a Londres a renunciar: “Ya hemos visto que el modelo australiano había causado increíbles sufrimientos a la gente que no puede hacer otra cosa que pedir asilo”.
Antes de cualquier cambio de política, las fuerzas de seguridad buscan acabar con los traficantes de personas que facilitan a los migrantes la muy peligrosa travesía por los 33 kilómetros que separan las costas francesas de Inglaterra.
Según las autoridades francesas, 6 200 migrantes probaron suerte en los ocho primeros meses del año, a bordo de botes inflables, en kayak o incluso con un simple flotador.
Doce personas sospechosas de pertenecer a una red criminal, que sacó “enormes beneficios” con estas travesías, fueron detenidas esta semana en el marco de una vasta operación internacional.