La mirada de desconfianza que se cruzaron los líderes ruso y ucraniano era como un mal presagio.
La tensión volvió a subir de tono cuando Petro Poroshenko denunció que tropas rusas cruzaron la frontera.
La reacción de Vladimir Putin, presidente de Rusia es una pésima advertencia. Recordó que su país es una potencia militar, es preocupante. La nota que se puede leer y releer con atención en diario La Nación de Buenos Aires cita textualmente: “Los socios de Rusia deberían entender que es mejor no meterse con nosotros”.
La toma de Crimea por la fuerza para recuperarla para Rusia y la consulta al pueblo con vigilancia armada fueron las primeras señales.
Ucrania se debatía entonces en una severa crisis social y política que sepultó a su Gobierno.
La pugna económica pasa por la comprensión y visión geopolítica de una Rusia poderosa como forjadora de una potencia Euroasiática.
La Unión Europea coqueteaba a Ucrania, excompañera de aventura de Rusia en la época de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
El potencial alimenticio de Ucrania, es apetecido por Rusia y Europa. Además, su ubicación geográfica estratégica como puerta y émbolo entra Asia y Europa es evidente y genera ambiciones ya no solo económicas sino militares.
La reacción de Europa y EE.UU. sobre las tesis rusas sobre Ucrania y su apoyo a los rebeldes que intentan anexar a Ucrania a la Rusia provocaron severas reacciones.
Proclamas, discursos, amenazas y hasta acciones de castigo comercial desde Occidente, solo lograron una posición más cerrada de Rusia y su líder Vladimir Putin, que parece tener claro su juego en el tablero del ajedrez mundial.
Las palabras de Putin a orillas de un lago, la justificación de la invasión a Crimea – entonces en manos de Ucrania como un viejo regalo de Nikita Kruschev- en nombre de proteger a la población de origen ruso y la alusión comparativa del presidente ruso a la toma de Leningrado por las fuerzas de Hitler son otra voz de alerta.