Afortunadamente se acaba el Mundial. Luego del mes de fútbol, comienzo a sentir un poco de culpa. Sé que muchos estarán en mi misma situación: somos un pésimo negocio para nuestros empleadores durante un mes cada cuatro años. Por eso, quizá, tendremos que trabajar más como para recuperar la imagen perdida (creo que necesitaré varios meses de trabajo duro y sostenido para lograrlo).
Es que se trata del Mundial, que tiene ese qué-sé-yo que nos arrebata. Y si tenemos en cuenta que los apocalípticos dicen que todo terminará en el 2012, este pudo ser nuestro último mundial, por lo tanto de algún arrebato deberíamos disfrutar, ¿no?
Aunque eso de que es el último Mundial es algo que ya se decía en Alemania. De hecho, era hasta posible que no se viviera el anterior porque comenzaba el 08 del 06 del 06. Dos días antes era la fecha del anticristo, pero no hubo truenos en el cielo ni vivimos ninguna gran tribulación. Más bien gozamos efímeramente del arrebato de ver a Ecuador en octavos de final.
Pero se acaba este Mundial, ya sin Ecuador y con otras expectativas, y me pregunto, como siempre, qué voy a hacer de mi vida y cómo vuelvo al trabajo de la manera menos traumática y más decorosa posible. Porque siento un vacío enorme. Simplemente, ya no hay fútbol. Y es tanta esa nostalgia que hasta llego a extrañar las vuvuzelas.
También estoy contento de que se acabe. He tenido que ver el Mundial de Sudáfrica tratando de entender por qué no juega la lógica sino la voluntad de un pulpo. Supongo que él haría mejor las cosas que los encuestadores colombianos que hasta le daban la victoria a Antanas Mockus. Pero estoy furioso con ese pulpo de un modo que no tiene nombre.
Yo, por ejemplo, estoy pasándola muy mal. Nada de lo que he deseado y pronosticado se ha cumplido. Y estoy a punto de sufrir el mayor golpe a mis reflexiones futbolísticas. Creí, como muchos, que esta vez se daría la reivindicación del fútbol sudamericano frente al europeo. Quería a Argentina campeón. Siempre he dicho que España no será campeón del mundo.
Ya no tengo ni ganas de imaginarme lo que será la final de hoy. Y es que he perdido todas mis apuestas. Casi estoy en bancarrota por culpa de ese pulpo. Y es tal la calentura que adhiero a lo que dijo una amiga: “Pulpo de la mierda. Si te tengo cerca, te frío en una sartén y te envío de vuelta al mar para escarmiento de tus semejantes”.