Mira Oberman,
AFP
Mona Ramouni estaba tomando notas en braille cuando Cali decidió intervenir con un relincho, nada anormal en esta universidad estadounidense donde la joven estudia acompañada de un pony que le sirve de guía. “¿Qué piensas, Cali?”, pregunta entre risas Shelley Smithson, durante un curso sobre técnicas de psicoterapia.
Cali forma parte del puñado de caballos miniaturas utilizado en Estados Unidos para acompañar a las personas no videntes, y sin duda es el primero en asistir a cursos de un instituto de enseñanza superior.
Tres meses después de la llegada de Mona y Cali, el ruido de los cascos sigue causando curiosidad en los corredores de la Universidad del Estado de Michigan en Lansing (norte).
Los estudiantes, sorprendidos, le sacan fotos al animal con su teléfono móvil y le preguntan a Mona si lo que están viendo es realmente un caballo.
“A veces respondo ‘No. Es un juguete genial’”, bromea.
La universidad tiene un centro reconocido a nivel internacional que brinda ayuda a los estudiantes y a los empleados con discapacidad. La minúscula yegua castaña de crinera negra parece entenderse bien con Harper, el perro de uno de los compañeros no videntes de Mona. El hecho de tener a estos dos animales en clase es un ejemplo sorprendente de la adaptabilidad de los estudiantes y de que pueden obtener lo que quieren en la vida, comenta Smithson, la profesora.
Los caballos miniaturas, que pesan menos de 45 kilos, tienen el tamaño de perros grandes, pero su fuerza física les permite además ayudar a desplazarse a personas con poca movilidad. También tienen una esperanza de vida superior: pueden trabajar durante una treintena de años, mientras que los perros para ciegos viven entre seis y ocho años.
Sin embargo, en materia de cuidados son más exigentes y mucho más caros. Sin Cali, Mona Ramouni, de 30 años, no habría podido seguir sus estudios que en el futuro le permitirán trabajar con niños con discapacidad. Y jamás habría salido de la casa de sus padres. “Mi vida es totalmente diferente ahora”, relata.