Playas nudistas, cuando el cuerpo se libera

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Mauricio Giambartolomei, La Nación de Buenos Aires / GDA

Celeste baja las escaleras de madera que se confunden entre los médanos. Acomoda su reposera junto a una roca, se pone protector, las gafas y se queda en bikini.

Sus dos amigos, rosarinos como ella, se acuestan sobre una lona y hacen un gran esfuerzo para dejarse puesto el short. A su alrededor la mayoría de las personas está desnuda. Caminan, charlan entre sí y se bañan en el mar con naturalidad. “No me provoca incomodidad y tampoco estoy observando los cuerpos. Se sienten menos prejuicios”, dice.

Ella pasa la tarde en Playa Escondida y descubre uno de los dos balnearios naturistas y nudistas que existen en el país (el otro es Querandí en Villa Gesell) y que está ubicado en el kilómetro 552 de la ruta 11, muy cerca de Mar del Plata (Argentina).

Todas las temporadas entre un 30 y un 50% del total de los turistas que optan por esta alternativa lo hizo por primera vez. Además todos los veranos hay un incremento de gente del 20%. “La primera temporada venían 30 personas por día y hoy hay diez veces más”, cuenta a lanacion.com Juan José Escoriza, administrador del lugar que se inauguró el 15 de febrero de 2001 bajo el concepto de playa naturista con opción desnudista. “Ambas ideas van de la mano con el respeto del entorno más allá de la vestimenta”.

Desde la ruta no se distingue el balneario si no fuera por los autos estacionados. En lo alto un cartel enuncia las reglas internas. Está prohibido el uso de cámaras fotográficas, el ingreso de animales y vendedores ambulantes, jugar a la pelota y escuchar música fuerte. Y se aclara: cualquier conducta de índole sexual será motivo de expulsión.

“Es normal que la gente se de un beso, pero otras actitudes no son tolerables. Las reglas son de sentido común, no podés hacer nada que no harías en otra playa”, aclara Escoriza. Al avanzar por la colina se puede ver una bahía de 200 metros entre los acantilados y una pileta al reparo de las dunas verdes en la que descansa una pareja cincuentona y panzona sin ropa. Al lado una mujer disfruta una sesión de masajes en un pequeño balcón de madera. En la playa se distinguen las siluetas desnudas, una mujer sin malla chapotea con su hijo en el mar sin importarle los rollitos y dos hombres juegan a la paleta, libres de prendas.

“La primera vez que vinimos parecía el socialismo utópico, todos desnudos, de la misma forma”, recuerda Claudia de su primera experiencia hace diez años en el mismo lugar. “Conocimos la playa de casualidad, estábamos buscando tranquilidad, él bajó (dice señalando a Eduardo, su marido), la vio y me dijo: ‘Es muy linda la playa, pero están todos desnudos, ¿te molesta?’. ‘De ninguna manera’, le respondí. Así bajamos”. El matrimonio no practica el nudismo por convicción y solo lo hace en el verano. ¿Qué siente la gente en este tipo de playas? Liberación. La mayor parte de las coincidencias es una sensación de bienestar.

“Es agradable la idea de meterse al agua desnudo y de hacer algo no habitual. No es algo sexual porque la gente se animó a transponer el tabú de estar desnudo. Sin ropa se vivencia la playa de otra forma”, dice Claudia, artista plástica que vive en San Telmo. A pesar de que hay un aumento de consultas en materia de nudismo, la Argentina no está a la par de otros países de la región como Brasil, Chile o Venezuela.

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