Su letra deja pocas dudas: “No se me pasen de tueste/porque aquí los chamuscamos/así les decía ‘El Chapo’/a unos que andaban muy bravos/a mí no me asusta nadie/yo soy el papá del diablo”.El intérprete de la canción es Sergio Vega, ‘El Shaka’, asesinado el pasado fin de semana por un comando armado en una carretera de Sinaloa. Este es uno de los estados más afectados por la violencia de los narcotraficantes y tie-rra de capos, entre ellos Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, prófugo desde el 2001 y el más buscado por México y Estados Unidos.
La muerte del cantante abrió una nueva polémica sobre los ‘narcocorridos’ y la violencia que estos pueden generar. El ‘narcocorrido’ es un subgénero de la música norteña de México que exalta las hazañas de los narcotraficantes, lo cual ayuda a alimentar el señalamiento de nexos entre músicos y mafiosos.
Es un círculo donde los artistas quedan atrapados por la relación que puedan tener con capos de la droga, dijo a BBC Mundo el diputado Óscar Arce, del gobernante Partido de Acción Nacional (PAN), autor de una iniciativa legal para regular la difusión de ‘narcocorridos’. “Muchos de ellos trabajan para estos personajes… cuando escuchan un mensaje que no les gusta, creen que son parte de un cartel y los asesinan como si fueran enemigos”.
Para otros, en cambio, la violencia contra los artistas forma parte del escenario que vive el país, desde hace tres años, con el combate a grupos de narcotráfico.
En los últimos años por lo menos 15 cantantes de ‘narcocorridos’ han sido asesinados en México. Los casos no se han resuelto, aunque para algunos existe la sospecha de que los responsables están vinculados con la delincuencia organizada. “Eso ocurre cuando no tienen claros los límites. Son pocos los grupos que se mantienen en su trabajo, sin involucrarse con nadie”, expresa el escritor Elmer Mendoza.El autor cuenta que en algunos casos las víctimas pudieron involucrarse con la pareja sentimental de algún capo. Sin embargo, en otros también influye la posición personal de los cantantes, señala el investigador de Colegio de la Frontera, José Manuel Valenzuela. “Hemos visto una escalada en el posicionamiento explícito de algunos corridistas, en relación con sus filias y fobias a las figuras del narcomundo”, explica.
En todo caso, el resultado es el mismo, añade Arce: “a algunos carteles no les gustan los corridos sobre sus adversarios y entonces asesinan a los cantantes”.
¿Es peligroso cantar ‘narcocorridos’ en México? No, dice Valenzuela. Forman parte de la cultura latinoamericana desde hace 100 años y siempre han retratado la sociedad en que se desarrollan.
La muerte de algunos cantantes no significa que exista una persecución de los carteles hacia los artistas. Sin embargo, lo más prudente es guardar distancia con los personajes que retratan, sobre todo porque en algunos casos las canciones que escriben son mensajes de la delincuencia organizada, advierte el diputado. “El peligro es servir al narcotráfico”.
Él niega que se trate de “censurar las canciones”, pero justifica su propuesta señalando que es similar a la obligación que tienen los fabricantes de cigarrillos de advertir sobre el riesgo de fumar.
La fama que el intérprete de 40 años ganó por sus ‘narcocorridos’ lo hizo muy popular, sobre todo en los estados de la costa del Pacífico, y entre las comunidades de inmigrantes en Arizona, Nuevo México y Texas. En Luto en el cielo, una de sus canciones más conocidas, ‘El Shaka’ se refería a la muerte en 1997 de Amado Carrillo, líder del cartel de Juárez.
Las leyes mexicanas contemplan tres años de prisión por incitar al delito en público. Sin embargo, esta legislación no se aplica, pues los ‘narcocorridos’ siguen siendo muy populares, sobre todo fuera de la capital y entre los mexicanos que viven en EE.UU.
La cantante Paquita ‘la del barrio’, que admitió públicamente que ella y otros artistas han actuado ante capos, se defiende señalando que es difícil saber quién contrata un concierto. “Llaman y pagan, y al llegar a veces encontramos caras que parecen conocidas, pero trabajo es trabajo”.