El papa Benedicto XVI cumplió escrupulosamente ayer con su agenda dedicada a defender el papel de la religión en la vida pública y la cooperación ecuménica, pese al arresto de seis sospechosos de “terrorismo” en conexión con su histórica visita al Reino Unido.El Pontífice, que según el portavoz del Vaticano se encontraba “tranquilo” y con “confianza en la labor policial”, invitó a los líderes de la sociedad civil británica a “buscar medios para promocionar y fomentar el diálogo entre la fe y la razón”, en un discurso en el histórico Westminster Hall, la dependencia más antigua de ‘la madre de todos los parlamentos’.
Expresó su preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo en numerosos países ante un selecto público formado por gobernantes, parlamentarios, diplomáticos y empresarios.
“Hay quienes desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad debería suprimirse”, agregó.
“Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no solo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública”, agregó el Papa en el discurso más político de su visita.
Entre los asistentes destacaban cuatro ex primeros ministros -Margaret Thatcher, John Major, Tony Blair y Gordon Brown-.
El Papa aprovechó su discurso para rendir homenaje a Santo Tomás Moro, canciller de Enrique VIII, condenado a muerte en 1535 por oponerse a los planes del monarca de convertirse en jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra. La cooperación ecuménica fue la otra gran dominante de esta jornada en la que el Papa realizó una “visita fraternal” sin precedentes al arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, jefe espiritual de 70 millones de anglicanos en el mundo, en su residencia londinense de Lambeth Palace.
Las relaciones entre las dos iglesias han sido tensas desde el cisma de Enrique VIII, pero las fricciones aumentaron hace un año cuando el Papa anunció nuevas medidas para facilitar la conversión de los anglicanos descontentos con la evolución de su Iglesia.
El tema más espinoso es la ordenación de las mujeres, admitida por los anglicanos y que los católicos consideran un “crimen grave”. Fue precisamente una mujer, la canóniga Jane Hedges, una de las militantes más fervientes de la ordenación femenina, la encargada de recibir a Benedicto XVI con un apretón de manos.