Gonzalo Ruiz Álvarez,
EL COMERCIO
Muchos rasgos distinguen a Japón: una cultura milenaria, la convivencia y hasta fusión de las religiones budista (procedente del continente) y sintoísta (adoración a plantas y animales), su condición de archipiélago y país volcánico y, especialmente, el orden y la disciplina que lo han llevado a tener una sociedad ejemplar fueron artífices del milagro japonés. Hoy Japón está entre las grandes potencias económicas y supo superar el trauma brutal de la Segunda Guerra Mundial con altivez y desenfado, acercándose a Occidente sin perder su atávica identidad, encanto y señorío.
Tokio es una de las grandes ciudades del mundo, sin embargo goza de un tráfico ordenado y pese a los millones de desplazamientos cotidianos no se generan grandes atascos en el tránsito vehicular, ya que cuenta con un excelente servicio de tren y metro. Los grandes espacios verdes en su propio corazón garantizan la limpieza del aire( foto1).
El cuidado ambiental es prioridad nacional y propuesta seria al mundo. Se destaca el respeto al peatón. Ni una sola bocina impertinente perturban la marcha por esta gran urbe que es además vibrante pulso comercial.
En la zona de Ginza, exclusivos restaurantes de su deliciosa gastronomía y tiendas con atractivos anuncios electrónicos cautivan a los transeúntes que van y vienen día y noche( foto 6).
Para conectar al país el tren bala o Shinkanzen es un seguro y confortable sistema de transporte, y ni qué decir que se desplaza a alta velocidad (300 kilómetros por hora) en distancias considerables, desde 1964 no se ha producido ningún accidente ( foto 5). Llegamos a Kyoto, ciudad mágica, antigua capital imperial y huella de la cultura japonesa tradicional. Sus pequeñas callejuelas encierran el encanto de una ciudad mística y seductora( foto 4).
Entre la sobria elegancia y la armonía de los jardines -otro signo inequívoco del amor del japonés por la naturaleza- se genera la sensación de una paz que contagia. Más de 1 000 templos alberga esta ciudad tradicional, noble y religiosa.
El Pabellón de Oro recibe millones de turistas anualmente. Una construcción que desde 1937 tenía el propósito de adorar a Buda y que resguarda una secta zen y que deja a los fieles y paganos impresionados por su esplendor( foto 2). En Kyoto, el orden y el colorido distinguen a su mercado. Lo mismo en el centro de artesanías de Tokio( foto 3). Allí se ve la huella de la fusión occidental en los trajes negros que lucen como característicos.
La proyección de Japón en la economía mundial, su influencia en el área del Pacífico y las incidencias de un país con 130 millones de habitantes llegan de muchas formas a América y constituyen una de las potenciales fuentes de recursos, inversión y cooperación en distintas áreas. Una de ellas podría ser el desarrollo de energías alternativas.