IPsLa industria del cine argentino, que revivió con el Oscar a la película ‘La historia oficial’ de 1985, podría experimentar una nueva expansión con la segunda estatuilla otorgada a ‘El secreto de sus ojos’, de Juan José Campanella.
Narrada en tono policial, con momentos dramáticos, de comedia y de romance, la película de Campanella, basada en la novela del argentino Eduardo Sacheri ‘La pregunta de sus ojos’, parte del asesinato de una mujer para mostrar vulnerabilidades de la sociedad argentina antes de la última dictadura militar (1976-1983).
Otro filme de Campanella, ‘El hijo de la novia’, estrenado en 2001, había sido postulado en el mismo rubro por la Academia de Hollywood.
Este fue el segundo Oscar para el cine argentino. Cuando ‘La historia oficial’, de Luis Puenzo, obtuvo el Oscar, desató un notable florecimiento de escuelas de cine y de jóvenes cineastas que, con el tiempo, contribuyeron a dotar a la cinematografía de ese país de una diversidad de temas y estilos.
“El prestigio que otorgan estos premios desata una explosión, porque si el cine argentino no tuviera esta expansión, la mirada de los jóvenes no se volcaría tanto a esta carrera como una forma de vida”, dice el cineasta Manuel Antín.
Director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) entre 1983 y 1989, período inmediatamente posterior a la dictadura, Antín es desde 1991 rector de la Universidad del Cine, una de las escuelas más respetadas donde se forman cada año cientos de cineastas.
Cuando Antín asumió la dirección del Incaa, los pocos centros de formación existentes habían sido clausurados por los militares. Poco después, el premio de la Academia al filme de Puenzo representó un gran espaldarazo.
El largometraje contaba la historia de una pareja de clase media que adoptaba a una niña. Con el tiempo, la madre adoptiva descubría que esa niña podía ser hija de una pareja desaparecida por el régimen militar y que su esposo era cómplice de la apropiación ilegal de la bebé, a la que se le negaba su verdadera identidad.
A partir de ese momento, comenzaron a filmarse más películas. De una docena de estrenos anuales a fines de los 80, se pasó a medio centenar, y las dos o tres escuelas se multiplicaron hasta llegar a ser 30, con unos 10 000 estudiantes. Antín calcula que actualmente hay unos 15 000 estudiantes de cine.
Cada año llegan más estudiantes del exterior, sobre todo de América del Sur. “Está la fantasía de que Buenos Aires es la ‘París’ de América Latina, tenemos una movida cultural muy valorada”, cuenta Eduardo Ruderman, director de la escuela San Isidro Cine.
Hacer películas en Argentina, coincidieron todas las fuentes consultadas, es una empresa de mucho sacrificio que merece reconocimiento.
“Esto va a dar un envión al cine argentino en el mundo y también tendrá una repercusión en la formación”, según Claudio Tolchinsky, director de la escuela Buenos Aires Comunicación. “El premio renueva las fantasías de que es posible jugar en ligas mayores con una buena película argentina y ganar un Oscar”.
Si bien Campanella es un director exitoso que contó con un elenco probado y una coproducción de España, el modelo funciona favorablemente porque en Argentina este premio se vive como si hubieran ganado un mundial de fútbol.
Para Tolchinsky, el contexto es distinto y más rico que a mediados de los años 80. “Las posibilidades no se agotan en el cine, sino en las nuevas autopistas de la comunicación, con proyectos que se realizan con lenguaje cinematográfico o de televisión pero en Internet, con menos costos”.
Ruderman considera que el galardón va a hacer que haya muchos más jóvenes haciendo cine, aun cuando no siempre esta actividad resulte rentable.
Para los que apuntan a la gran industria, el Oscar es un empujón que muestra posibilidades. Pero también muchos podrían acercarse a estudiar, no por un interés comercial, sino porque ven una forma de expresión.
“En este aspecto, creo que no solo su cine sino la calidad humana de Campanella y de sus actores transmite otra sensibilidad y otros valores que sin duda atraerán a nuevas camadas de jóvenes”, dice Ruderman.