En esta foto de archivo tomada el 2 de noviembre de 2017, el depuesto regional depuesto de Cataluña, Oriol Junqueras, llega a la Audiencia Nacional de Madrid para ser interrogado sobre sus esfuerzos para encabezar la campaña de independencia de Cataluña. Foto: AFP
Ha sido una década ocupada para Oriol Junqueras, el profesor catalán que se alzó hasta la vicepresidencia del gobierno regional que impulsó la separación de España, acabando con él entre rejas a la espera de un inminente juicio.
El político de 49 años, con barriga prominente y barba pelirroja, se arriesga a 25 años de cárcel por su papel en el intento fallido de secesión de 2017 en Cataluña.
En prisión preventiva desde noviembre de 2017, Junqueras se ha convertido en el principal protagonista del juicio que se abre el martes contra doce independentistas, dada la ausencia del expresidente Carles Puigdemont, que se fue a Bélgica.
Independentista de cuna, se ha mantenido activo en prisión, enseñando a sus compañeros de reclusión historia, astronomía o italiano, asegura su amigo y asesor Raúl Murcia.
En buena salud, Junqueras parece tan determinado como estaba cuando fue encarcelado después de rehusar irse al extranjero como hizo Puigdemont tras la fallida declaración de independencia.
“No pensamos renunciar a ninguna vía democrática y pacífica para alcanzar la república catalana”, dijo este padre de dos hijos a través de un discurso leído por compañeros suyos durante una conferencia celebrada recientemente en Barcelona, con su holograma reflejado en el escenario.
Insondable
Nacido el 11 de abril de 1969 en Barcelona, Junqueras fue educado en una escuela italiana.
Católico practicante, habla español, catalán, inglés e italiano y una vez investigó en los archivos del Vaticano donde conoció a quien se convertiría en el papa Benedicto XVI, dice Murcia.
Profesor de historia en la Universidad Autónoma de Barcelona, fue escogido eurodiputado en 2009 y encumbrado como líder del partido de izquierdas e independentista ERC en 2011.
Afable, el hombre descrito como un “osito de peluche” por el opositor socialista Miquel Iceta, se convirtió en vicepresidente catalán en enero de 2016 y recibió el encargo de Puigdemont de organizar el referéndum de independencia.
Hábil en esquivar preguntas periodísticas, su figura inspira lealtad a los suyos aunque sus designios parecen insondables.
“Días y días de conversaciones con él mantienen aún hoy en mí la duda de quién es realmente Oriol Junqueras y cuál es su proyecto personal y político para Cataluña”, escribe en su libro Santi Vila, compañero de gobierno de Puigdemont y Junqueras.
Siempre se le ha considerado la voz pragmática del independentismo ante el idealismo de Puigdemont.
Enric Millo, delegado del gobierno español en Cataluña durante la crisis de 2017, recuerda sus esperanzas de poder acordar con él una solución durante sus encuentros entre 2016 y 2017.
“Lo que pasa es que a medida que fue pasando el tiempo, nos dimos cuenta de que esto no era posible y que en el fondo Junqueras estaba dispuesto a ir hasta el final”, dice Millo, acusándolo de tener una “doble cara”.
“Él hace un discurso muy bonito, parece un religioso, muy espiritual (…) y, de repente, en los actos saca el sable, saca el cuchillo”.
“El momento Junqueras”
El 1 de octubre de 2017 se celebró un referéndum de independencia prohibido por la justicia y marcado por la violencia policial que impactó profundamente a Junqueras, dice Murcia.
Con la tensión por las nubes, Puigdemont planteó convocar elecciones para evitar una explosiva proclamación de independencia. Según Santi Vila, Junqueras no lo ayudó a dar el paso, fallándole de forma “espectacular”.
Muchos creen que ninguno quería ser tachado de “traidor” renunciando a la declaración de independencia que finalmente fue aprobada el 27 de octubre por el Parlamento regional.
En pocas horas, Madrid destituyó al ejecutivo catalán y disolvió su Parlamento. Pocos días después, Puigdemont y otros consejeros suyos marcharon a Bélgica.
Junqueras optó por quedarse “por responsabilidad con los conciudadanos y por su familia”, dice Murcia.
Ahora ambos pugnan por liderar el movimiento, con Junqueras pregonando paciencia a los suyos para aumentar los apoyos en una sociedad todavía partida a partes iguales sobre la cuestión.
“Vamos a presenciar una lucha a muerte entre dos líderes”, pronostica Millo.
Para él, la posición de Junqueras es “mucho más épica y mucho más coherente en el mundo independentista” que la de Puigdemont, una supuesta muestra de “ sacrificio ” enfatizada ahora con el juicio.
Para Enric Juliana, director adjunto del diario catalán La Vanguardia, es “el momento Junqueras”.