La izquierda de AL y el poder

El resultado de los recientes comicios presidenciales en Uruguay refleja una realidad: Todas (¿o casi todas?) las tendencias de izquierda en América Latina (AL) han hallado fórmulas (cada una distinta de otra) para estirar al máximo posible su permanencia en el poder.

En unos casos, como en efecto queda en evidencia en Uruguay, se apuntala en la buena gestión de los abanderados de la corriente y en la limpieza de los procesos electorales. En la tierra de José Artigas, la reafirmación del apoyo en las urnas a la coalición de izquierda del Frente Amplio (FA) tiene su explicación: las administraciones exitosas (auténticamente progresistas), primero de Tabaré Vázquez (quien volverá al poder en marzo), y del carismático José Mujica.

El segundo, pese a la polémica que encierran, ha dado pasos calificados de avanzada en diferentes foros, como en efecto lo es la regulación del mercado local de la venta de cannabis. No obstante, Vázquez, médico de profesión y más cauto que su antecesor y sucesor, deberá lidiar con los reparos que genera en la sociedad uruguaya una medida que pone bajo control del Estado la producción y el expendio de la marihuana.

Chile, igualmente, transita por la misma ruta de Uruguay. La presidenta Bachelet volvió al Palacio de La Moneda, luego de un período en el poder de la derecha. Y ahora anuncia cambios en la Carta Magna.

El caso de Brasil, como ya se ha escrito aquí, refleja otra fórmula para mantenerse en el poder. Arropado por Luiz Inacio Lula de Silva, el primer presidente obrero del país, el Partido de los Trabajadores (PT) cumplirá en un mes 12 años en el Palacio de Planalto. Y su estadía allí pudiera extenderse más allá en enero del 2019, cuando Dilma Rousseff finalice su segundo mandato.

¿Por qué? Porque Lula tiene el número uno entre los aspirantes del PT para volver al mando del Gobierno.

En el resto de corrientes de la izquierda (o que se dicen de esa tendencia) de la región, los procedimientos para conservar el poder están a la vista.

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