Un Chinatown en la tierra caliente de San Francisco de Yare. Es lo que parece, pero no es. Basta pasar por la carretera entre Ocumare y San Francisco de Yare, y detenerse ante el enorme arco azul de 8 metros de alto con caracteres chinos para que surja la duda.
Su diseño, como el de las arcadas en los barrios chinos de cualquier parte del mundo, se destaca por ser la entrada a un terreno que se pierde de vista, lleno de máquinas de construcción y con propia planta cementera, estampada con escritura asiática para que quede claro el ‘made in’.
El movimiento de tierra evidencia que allí habrá, sin duda, un proyecto ambicioso. Junto al arco, dos letreros en mandarín (traducidos al inglés y al español) anuncian que quienes trabajan en la obra son dos grandes empresas chinas: la constructora Railway N° 9 Group y la empresa de electrodomésticos Haier.
Un pequeño rótulo de la Corporación de Industrias Intermedias de Venezuela (Corpivensa) indica que allí se construye el Complejo Industrial para la Fabricación de Electrodomésticos, pero no señala el costo de la obra, aunque debiera hacerlo por ley.
La Haier es la empresa que actualmente distribuye todos los electrodomésticos del programa Mi Casa Bien Equipada. La idea, una vez construido el complejo en Miranda, es que se fabriquen en el país 800 000 aparatos para el hogar, al año. La constructora Railway, además de la infraestructura industrial de la Haier, es la responsable de 468 kilómetros de vías del tramo Tinaco-Anaco de la Red Ferroviaria Nacional, proyecto en el que se invertirán 7,5 miles de millones de dólares.
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Productos chinos en Venezuela. Periódicos elaborados en el país asiático tienen una alta demanda.
El monto lo dijo el presidente Hugo Chávez quien públicamente ha alabado el Régimen comunista chino y a Mao Tse-Tung, en cadena nacional en noviembre del 2011, cuando el ministro Yuri Pimentel colocó la primera piedra del complejo: la obra que cubrirá 62 hectáreas, en dos etapas, es financiada con el Fondo ChinoVenezolano. Es un acuerdo que consiste en el otorgamiento de préstamos a cambio de petróleo a futuro, lo que expertos consideran desventajoso para el país.
Un grupo de habitantes de San Francisco de Yare el pueblo más cercano a la construcción de Haier espera el 28 de marzo en la mañana por un empleo. Están ansiosos, ya varios de sus vecinos han sido contratados como mano de obra y actualmente se ocupan de las labores preliminares de la construcción. Se acerca hasta los obreros un hombre chino muy joven y bien parecido, con una braga roja que porta el logotipo de la Haier en la espalda. “Es el ingeniero”, dicen. Nadie sabe su nombre, todos los chinos para ellos son simplemente ‘el ingeniero’. Es él quien organiza las labores.
Habla en mandarín por su celular, mientras da la espalda a la periodista. “Ni los chinos ni nosotros estamos autorizados a declarar ante la prensa”, señala rápidamente una funcionaria de Corpivensa.
Los obreros cuentan que son alrededor de 15 ingenieros chinos los que dirigen los trabajos, todos jóvenes, la mayoría hombres. Ninguno habla español, pero tienen su traductor, también llegado de China. “Trabajan como 12 horas al día o más, en realidad están las 24 horas al servicio de la obra, porque viven aquí adentro. Son hormiguitas”, dice un empleado.
La presencia de los chinos no causa, por ahora, alarma entre los obreros venezolanos. “Mientras vengan ingenieros no importa, ellos son los que mandan, lo que no queremos es que traigan obreros chinos y nos quiten el trabajo”, señala uno de los hombres de Yare, que prefirió no decir su nombre. Él está en lista de espera para obtener empleo en la construcción y no ha recibido respuesta.
Distinta a la emigración de décadas anteriores, constituida por personas que venían a trabajar en restaurantes o comercios, la nueva ola de chinos es de profesionales, empleados de transnacionales o emprendedores. Algunos, incluso, viajan con su familia.
Evan Ellis, profesor de la Universidad Nacional de Defensa en Washington y experto en el desarrollo de las relaciones entre Latinoamérica y Asia, destaca que el fenómeno es en América Latina. “El crecimiento exorbitante del comercio bilateral ha llevado la relación a una interacción más íntima, con una expansión significativa de la presencia física de empresas y ciudadanos chinos.
Ellis señala como una de las limitantes de la expansión de China en países latinoamericanos la desconfianza generalizada que infunden los chinos. Aunque Venezuela es un país acostumbrado a recibir inmigrantes y no hay un rechazo a los extranjeros, ese temor por los asiáticos está acentuado por la polarización política.
Félix Arellano, profesor de Estudios Internacionales de la UCV, afirma que la llegada de esta nueva ola de chinos “es un plan del Gobierno del país asiático, que no es espontáneo pero sí inteligente, para su crecimiento económico”.