Los organismos regionales no hallan una fórmula que ayude en la resolución de la crisis venezolana, mientras la violencia en ese país se agudiza.
Ni la Organización de Estados Americanos (OEA) ni la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) logran tomar acciones frente a la crisis política del país bolivariano.
La OEA luce atada de pies y manos. Al menos dos factores explican su inacción.
La primera tiene que ver con la negativa tajante del gobierno venezolano de Nicolás Maduro para que el caso sea ventilado en el organismo hemisférico.
Su argumento es que en ese foro hay influencia de EE.UU., que supuestamente busca desestabilizar a su administración.
En esa línea, el Régimen de Caracas ya ha dejado claro en las últimas horas que no tendrá ninguna apertura para que una delegación de la OEA visite el país. Esa había sido la sugerencia de su secretario general, el chileno José Miguel Insulza.
“Si lograra autodenominarse una delegación de la OEA para venir a Venezuela, tendría que entrar clandestinamente, porque a Venezuela no la pisa ninguna delegación de la OEA”.
Esa fue la advertencia que Maduro lanzó horas antes de la reunión del Consejo Permanente de la entidad, que se celebró anoche en Washington. Como prueba de que no está dispuesto a tolerar ningún tipo de acción continental, el Mandatario rompió relaciones diplomáticas con Panamá, país que pidió que se convoque a la sesión de la OEA.
Incluso, Caracas llegó a poner en ‘stand by’ el pago de deuda comercial a ese país por USD 1 200 millones, hasta que el Gobierno panameño “respete” las relaciones bilaterales.
La reunión del Consejo Permanente se celebró a puerta cerrada con los embajadores de los países miembros de la OEA. El primer punto de la agenda era decidir si se permitía el ingreso de la prensa, un asunto sobre el que no hubo acuerdo.
Y si bien la situación de Venezuela era el tema central, estaba prácticamente descartada una convocatoria a reunión extraordinaria de cancilleres.
En la cita, la embajadora de EE.UU. ante la OEA, Carmen Lomellín, consideró que sería inaceptable que el organismo se quede callado ante la situación en Venezuela, por lo que pidió una respuesta “firme”.
Unasur tampoco camina
En contraste con su animadversión frente a una posible resolución de la OEA, el gobierno de Maduro sí quiere que la Unasur analice la crisis.
La razón: espera un espaldarazo a su discurso oficial, que sostiene que las protestas estudiantiles constituyen un “golpe de Estado en desarrollo”.
De este modo, Venezuela confía en que la Unasur active su cláusula democrática, que contempla sanciones y cierre de fronteras a los países miembros que son objeto de un golpe de Estado.
Sin embargo, en la práctica, también se han presentado dificultades para que se concrete una cumbre extraordinaria de los jefes de Estado del bloque.
Las alertas sobre las trabas para que los 12 gobernantes de la región sudamericana se reúnan las dio el presidente boliviano Evo Morales, aliado de Venezuela. Específicamente, señaló que “uno o dos” presidentes no quieren que se convoque a ese encuentro.
“Estamos en esa tarea de cómo juntarnos. He conversado bastante con el presidente pro témpore de Unasur (Dési Bouterse, de Surinam) para que pueda persuadir a algunos presidentes. Uno o dos no quieren convocarla”, dijo Morales, según la agencia EFE.
Según el Tratado Constitutivo de la Unasur, para que se convoque una cumbre extraordinaria de presidentes, es necesario que todos los países miembros estén de acuerdo.
De ahí que todavía esté en el aire la idea de que la Unasur se reúna el 11 de marzo en Chile, un día después de la posesión de Michelle Bachelet.
¿Quiénes no desean que Unasur trate el tema Venezuela?
Aunque no fueron identificados por Morales, al menos hay tres países posibles. Se trata de Chile, Colombia y Perú, que mantienen una postura crítica frente a la forma en que Maduro hace frente a las protestas.