Ocho millones de escolares vuelven a clases entre recortes y menos ayudas en España

Los Betancourt Guadalupe acudieron juntos a retirar al menor de la familia, Javier, después del primer día de clases. Sus dos hermanas también estudian. Foto: Roxana Casco / EL COMERCIO

Los Betancourt Guadalupe acudieron juntos a retirar al menor de la familia, Javier, después del primer día de clases. Sus dos hermanas también estudian. Foto: Roxana Casco / EL COMERCIO

Hoy iniciaron clases los alumnos más pequeños de siete comunidades autónomas españolas y las ciudades de Ceuta y Melilla, una buena parte de los ocho millones de escolares que volverán al ‘cole’ durante esta semana.

El retorno se enmarca dentro de los recortes más drásticos de la democracia en materia educativa. Hay menos profesores y más alumnos por clase, los decentes aumentan su carga horaria y se restringen las becas de comedor y libros, cuyos recortes son del 75%. A ello se suma la elevación del IVA del material escolar, que ha pasado del 4% al 21%. Todo esto en medio de un panorama económico asfixiante para las familias, en muchas de las cuales ambas cabezas de familia están en paro.

Es el caso de la ecuatoriana Lourdes (prefiere no revelar su apellido) y su esposo. Están desempleados y no perciben ninguna prestación, por lo que no saben cómo costear los útiles escolares de la pequeña Paula, que ayer inició segundo de primaria. Aún no les han dado la lista del material, pero entre los padres comentan que el costo será de unos 300 euros por niño, sin contar el comedor.

Lourdes trabaja “algunas horas” en limpieza de casas y reúne unos 200 euros al mes para la comida; “afortunadamente vivimos con mis padres”, cuenta. El año pasado Paula recibió una beca parcial de comedor. Ahora les han anticipado que solo habrá pequeñas ayudas. “No me queda otra que llevarla a comer a casa y comprar los libros por trimestre, no puedo pagar 300 euros de una sola vez”, dice la compatriota.

La peruana Verónica Lema ya lo ha puesto en práctica. Recoge a su hija Alexa a las 12:30, almuerza en casa y la regresa a la escuela. Verónica además es víctima de las paradojas de la Administración. Le negaron plaza en una guardería pública para su hija Arancha - de dos años- porque no trabaja, pero no puede encontrar un empleo porque no tiene con quién dejar a la pequeña. “Es un círculo vicioso que se ceba con las inmigrantes, pues no tenemos una red familiar ni social para encargar a nuestros hijos”, lamenta.

Las dos pequeñas estudian en el Antonio Moreno Rosales, de Lavapiés (centro de Madrid), un colegio público con el 95% de alumnado extranjero. “La situación de las familias es preocupante, muchos padres están sin trabajo, no hay dinero, y encima se recortan las becas”, dice su director José Manuel Laureiro.

Antes los cheques-libro -ayudas completas para los textos- eran comunes. Ahora las becas se restringen al máximo y los requisitos se endurecen. En el Moreno Rosales desde hace tiempo se prestan los libros a las familias más necesitadas. Este año será una práctica común en los centros públicos.

En cuanto al comedor, las familias con rentas inferiores tendrán que pagar unos 80 euros mensuales, reducción mínima si se toma en cuenta que el costo normal es de 110 euros. Frente a ello, varias comunidades han aprobado llevar la comida desde casa. La polémica se centra en que muchos colegios han anunciado que cobrarán por introducir los ‘tupper’. Ayer, una madre tiró una fiambrera a la presidenta de la  Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en señal de protesta.

Según la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU, el coste medio de la vuelta al colegio será de 510 euros para los alumnos de colegios públicos y 917 los concertados (con inversión estatal y privada).

Para la familia de Tito Betancourt y Raquel Guadalupe el panorama es aún más complicado. Tienen tres hijos en edad escolar. Javier (cuatro años), que cursa tercero de educación infantil, Carla (17 años), primero de bachillerato, y Joselyn (19 años)  estudiará formación profesional.  El padre recibe la prestación de desempleo y la madre trabaja en ayuda a domicilio. Los ingresos son escasos, pero han ahorrado para momentos como estos. “Por la educación de mis hijos hacemos cualquier esfuerzo, es lo principal”, dice Raquel.

Una cara distinta de esta realidad la ofrece el pequeño Reily Mejía, de cuatro años. Es hora de salida de la escuela, pero él no lleva mochila ni uniforme. “No le escolarizamos porque en octubre volvemos a Ecuador”, explica su padre. La crisis económica les ha empujado a regresar. Vendían bisutería en mercadillos, hasta que los clientes dejaron de comprar. “La gente no tiene dinero para otra cosa que no sea sobrevivir”, dice la otavaleña Elsa Flores, madre del menor. Los hijos mayores de 9 y 18 años ya retornaron al país, mientras ellos ultiman los detalles para volver a una casa que tienen en Guayaquil. “El niño no pierde el año porque las clases en la Costa empiezan en abril”, cuenta aliviado el padre.

Suplementos digitales