El ministro de Cultura italiano Dario Franceschini (derecha) y el director del museo Cristian Greco (centro) asisten a la reapertura del Museo Egipcio en Turín. Foto: Alessandro Di Marco/ EFE.
El museo de antigüedades egipcias de Turín, que posee una de las mayores colecciones de ese tipo en el mundo, desveló el martes 31 de marzo de 2015 sus instalaciones ampliadas y renovadas tras cinco años de obras.
El edificio, construido en el siglo XVII para acoger una escuela jesuita, tiene ahora una superficie de exposición de 12 000 metros cuadrados, casi el doble que antes de las obras, que costaron unos 50 millones de euros.
Este museo fundado en 1824 es, junto al de El Cairo, el único del mundo dedicado en exclusiva al arte y la cultura del antiguo Egipto. Cuenta con unas 32 500 piezas, de las que sólo se expone una pequeña parte.
La visita se extiende ahora por unas cuatro plantas y muestra, entre otras novedades, una galería de sarcófagos antiguos.
La madera de los antiguos escaparates dejó paso al cristal de unas vitrinas iluminadas por leds.
“La obra ha sido faraónica (…), pero no se trata de un punto de llegada sino de un punto de salida, el museo egipcio vuelve a ser un gran museo internacional”, celebró el director del establecimiento Christian Greco
“Necesitaba pasar página, no porque estuviera mal hecho, sino porque estaba pasado de moda (…) Un museo debe vivir con la sociedad de su tiempo”, declaró, por su parte, Beppe Moiso, uno de los ocho comisarios de sala del establecimiento.
El museo, uno de los más visitados de Turín y de Italia, abrirá gratuitamente el miércoles entre las 07H00 y las 21H00 GMT, indicó la presidenta de la Fundación que lo gestiona, Evelina Christillin, durante una presentación ante la prensa.
La fecha se eligió ante la llegada de millones de turistas a Italia con motivo de la Exposición Universal que se abrirá en Milán a partir del 1 de mayo.
Campaña de Egipto de Napoleón
Gran parte del catálogo del museo (unos 5 300 objetos, incluidos 170 papiros, 100 estatuas, sarcófagos y momias) procede de la colección del piamontés Bernardino Drovetti, compañero de armas de Napoleón, que adquirió el rey de Cerdeña Carlos Félix de Saboya en 1824.
Drovetti acompañó al futuro emperador francés durante su campaña de Egipto y fue ascendido a cónsul de Francia. Se apoderó de miles de antigüedades egipcias y consiguió llevarlas a Europa para venderlas. Una parte de su colección se encuentra ahora en el museo del Louvre en París.
En aquella época, la egiptología fascinaba. “Estaba de moda. El público descubría esos objetos tan nuevos, que contaban una historia lejana, ilegible”, explica Moiso.
“Además de sus éxitos militares, que tuvieron malas consecuencias para Egipto, Bonaparte tuvo dos grandes méritos: llevó con él a científicos, personajes extraordinarios, que contaron por primera vez en Occidente la historia de Egipto de forma científica (…) Y esa bendita piedra”, la piedra de Rosetta, cuyo descubrimiento permitió que el egiptólogo francés Jean-François Champollion descifrara los jeroglíficos, añade Moiso.
Champollion pasó meses estudiando las piezas adquiridas en Turín. “El camino hacia Menfis y Tebas pasa por Turín”, escribió.