Ivonne Guzmán,
Editora de Siete Días
Murray Cooper es una persona encantadora y cálida; además es sensacional tomando fotos, sus cuatro libros lo prueban sobradamente. Pero es pésimo para dar direcciones y entrevistas. Esto último porque su timidez le vence al tener que hablar de él mismo; algo imposible de adivinar hasta no ponerle una grabadora delante.No sé cómo logramos llegar a su casa con semejantes instrucciones, dadas en un ‘spanglish’ brumoso y descomplicado (Murray vive en el campo, subido a una colina). Me recibe sin zapatos, absolutamente informal y sonreído, como si en lugar de habernos visto unas pocas veces antes nos conociéramos de toda la vida.
En una especie de estrategia por dilatar el momento en que comiencen las preguntas, ofrece un café. Pero la entrevista comienza; el foco de la grabadora se prende y él intenta contar su versión -por momentos escueta- de Sudáfrica, su país natal. Un lugar que este talentoso fotógrafo recuerda lleno de colores, juegos infantiles, afectos e intensidad’
Un recuerdo lindo de la Sudáfrica de su infancia.
Las experiencias con los zulús; sus cantos a capela en las navidades en mi casa, sus bailes. Ellos trabajaban en nuestra hacienda.
Entonces se crió con ellos’
Sí.
¿Habla zulú?
Sí, desde chiquito.
¿Hasta que edad vivió usted en su hacienda?
Hasta antes de entrar a la escuela, que era un internado lejos de mi casa. Volvía cada dos meses.
¿Qué hacía cuando volvía?
Cazaba.
¿Qué cazaba?
Pajaritos. Primero con catapultas y ya después con armas.
¿Se iba de cacería con sus amigos zulús?
Exacto. Me gustaba estar con ellos. Una vez me escapé de la escuela y no podía ir a mi casa; entonces me fui a dormir con los negros en el campo, entre la caña.
¿Cuánto tiempo?
Siete días.
¿No le daba miedo dormir a la intemperie en África?
Nooo! Estaba con ellos; y además era lo que siempre hacíamos, nos íbamos al monte a cazar.
¿Cuándo fue la última vez que habló zulú?
Siempre hablo aquí un poco, con la familia.
¿A qué edad lo aprendió?
Fue mi primer idioma.
(Va por el café y su esposa comenta: “A él lo amamantó una negra, por eso también el zulú es su primer idioma”). Entonces fue amamantado por una negra’
Sí, se llamaba Angelina.
¿Dónde está ella ahora?
En ninguna parte, murió. Un día salió de mi casa y nunca llegó a la suya. Nunca la encontramos.
Luego se enteraron que había muerto’
No, simplemente nunca la encontramos y nadie supo nada. Eso es algo que pasa mucho en Sudáfrica’ (Lo dice con tristeza).
Una imagen del apartheid que le haya marcado.
No es una, son muchas’ Siendo niño yo vivía mezclado con los negros, pero ya de joven no, estábamos muy separados.
¿Cómo tomó ese cambio tan brusco?
Al comienzo me molestaba, pero luego se me hizo normal.
¿Cómo define el racismo?
Es más clasismo que racismo; es una división entre ricos y pobres que se da en todo el mundo casi de la misma manera, solo que en Sudáfrica estuvo institucionalizado y por eso quedamos tan mal.
En Ecuador igual hay clasismo, aunque no haya sido oficialmente aceptado’
Pues sí. Pero sabes, mi familia convivía bien con ellos. A mi papá no había cosa que le gustara más que sentarse a tomar cerveza y conversar con los zulús debajo de un árbol; eso sí, ellos nunca comían en la mesa con nosotros.
Igual que acá.
Ajá. Ahora en nuestra casa todos comemos en la misma mesa.
¿Para resarcir el pasado?
No, solo porque me parece chévere, me nace. En la finca es rico cuando vienen los trabajadores a comer con nosotros.
Si pudiera cambiar algo de Sudáfrica, ¿qué sería?
Cambiaría la historia tan triste del trato a los nativos. Por mucho tiempo fueron ciudadanos de segunda clase. Es muy triste porque es gente muy noble y alegre; ¡son increíbles! Pero estuvieron obligados a vivir con miedo.