La ciudad natal de Monseñor Romero se viste de fiesta y de recuerdos

Foto: AFP.

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La vida en Ciudad Barrios, enclavada en unos cerros al noreste de El Salvador, gira estos días en torno a la imagen, las anécdotas y el ejemplo de su “meritísimo” hijo Oscar Arnulfo Romero, que el 23 de mayo se convertirá en beato de los pobres salvadoreños.

Un arco blanco de cemento, en cuyo centro se erige un busto del arzobispo mártir, recibe a los visitantes a la entrada de la ciudad en la que Romero nació en 1917, hace cerca de 98 años.

Caminar por las calles de este poblado semirural, de 25 000 habitantes, es conocer en detalles de vivo color la figura de Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980 por poner a su iglesia del lado de los pobres y los oprimidos.

En todas partes está presente el inminente beato: estatuas en los parques; murales en las capillas; anécdotas en las casas y los mercados.

“No lo conocí, pero él me recuperó de una diabetes que por seis meses sufrí perdiendo movilidad, él me levantó de la cama”, sostiene Maricela del Carmen Díaz, de 33 años y vendedora de estampas del pastor frente a la iglesia principal.

Cruz Amaya, otra mujer de 57 años, no puede ocultar su alegría porque “creímos que nunca iban a beatificar a monseñor” y hoy el acontecimiento está a la vuelta de la esquina, dice a la AFP.

En la plaza central, la municipalidad rinde homenaje a su hijo “meritísimo” con una imponente estatua bañada en bronce, en la que se presenta a Romero con su báculo y vestidura de arzobispo.

- Música del cielo y de la tierra -

En una pared de la iglesia de San Pedro Apóstol, ubicada a un costado de la plaza, un mural representa a los asesinos disparando la bala que mata al arzobispo, y a un grupo de feligreses atónitos que lo ven caer lanzando al aire los objetos de la consagración.

Monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha en el momento de la comunión, cuando celebraba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer en el oeste de San Salvador.

Un día antes, el arzobispo había pronunciado una homilía demandando al ejército el cese de la violencia contra obreros, campesinos, estudiantes y opositores políticos: “les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cesen la represión”, clamó.

Meses después, en medio de la indignación por el crimen, estallaría la guerra que se prolongó por 12 años y dejó 75 000 muertos y más de 7 000 desaparecidos.

Pero no solo el magnicidio ocupa el pensamiento y los recuerdos de la gente en Ciudad Barrios, donde Romero pasó sus primeros años de vida antes de iniciar su carrera eclesiástica.

En una céntrica casa del pueblo vive Irlanda Gutiérrez, 82 años, prima de Romero, quien adorna su sala con fotos históricas e imágenes de santos.

De un nicho empotrado en una pared, Irlanda extrae un crucifijo y luego, sentada frente a una estampa de Romero, rememora: “ este Cristo en madera de olivo nos lo trajo monseñor de Israel ” .

La familia lo recuerda como un apasionado de la música, tanto de cánticos religiosos como de boleros y otras melodías de la época.

En particular, Irlanda recuerda con nostalgia que al pastor le encantaba escuchar el vals “Dios nunca muere”, de autor mexicano e interpretado por un grupo musical de Ciudad Barrios.

“Voy a dejar las cosas que amé/ la tierra ideal que me vio nacer/ sé que después habré de alcanzar, la dicha y la paz/ que en Dios hallaré”, dice en su parte medular la letra de la canción.

Armando Sorto, de 80 años, cantante de un grupo de mariachis local, afirma que en muchos actos culturales de la ciudad, Romero le pidió que le cantara boleros del mexicano Javier Solís, entre ellos “El mal querido”.

Y ante la ausencia de una alabanza al patrono del país, el Divino Salvador del Mundo, el mismo Romero compuso un canto que refleja los sufrimientos y esperanzas del pueblo.

- Museo del martirio -

Los habitantes de Ciudad Barrios saben que la beatificación de Romero atraerá muchos turistas y peregrinos que desean conocer la vida del mártir.

La céntrica casa color verde y crema donde nació el arzobispo, alberga hoy una cooperativa de cafetaleros que, para atenuar las pérdidas dejadas por las malas cosechas y los bajos precios del café, decidió vender la propiedad a la iglesia.

El alcalde del poblado, Wilfredo Gómez, quien también tiene sobre su escritorio un busto de Romero, estima necesario crear una alianza entre la municipalidad y la iglesia católica para comprar la casa y convertirla en el

Para las celebraciones de la beatificación, la municipalidad, que no tiene abundancia de recursos, destinará unos USD 30 000, reveló Gómez.

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