Las campanas de todas las iglesias de Brasilia sonaron ayer simultáneamente a las 07:00 horas, hora de Brasil. Era un llamado a los habitantes de la moderna capital brasileña ideada por los arquitectos Lucio Costa y Óscar Niemeyer para la fiesta de los 50 años de su fundación.
Los festejos llevaron a las principales avenidas de la “ciudad del futuro” a cientos de miles de personas y los organizadores esperaban que hasta la noche reunieran a alrededor de 1,2 millones.
Pero no todo fue fiesta. Muchos habitantes de la ciudad aprovecharon la fecha para protestar contra los escándalos de corrupción que azotan al distrito federal. Hace dos meses el gobernador, José Roberto Arruda, fue arrestado por un sonado escándalo de corrupción que involucró sobornos y extorsión a empresarios.
“Soy de Brasilia, pero juro que soy inocente”, afirma la consigna del movimiento de protesta, exhibida en camisetas por muchos de los habitantes de la antigua “Capital de la Esperanza”, hoy bajo amenaza de sufrir una intervención federal y gobernada por un político elegido por la vía indirecta, por los miembros de la asamblea legislativa local.
“¿Qué es lo que estamos festejando con el ratón Mickey? Tenemos a un gobernador elegido con 13 votos”, gritaba un grupo de estudiantes, al aludir al desfile de personajes de Walt Disney que inició el programa oficial.
“Brasilia era la esperanza de algo nuevo y, de alguna manera, al final exhibió solo la misma vieja forma de hacer política”, afirmó el politólogo de la Universidad de Brasilia (UNB) Everaldo Moraes.
El propio presidente Lula da Silva reconoció ayer que los habitantes de Brasilia tienen motivos para estar “de luto” por la corrupción del gobierno local.
Pero el pecado aún no revelado a los ojos del mundo de Brasilia es su millón de pobres (en la capital hay 2,5 de habitantes) hacinados en la inmensa y gris favela que rodea la ciudad de las luces y sus lagos. La inmensa favela no tiene, en su mayoría, agua de grifo.
La primera Brasilia, la rica, la bella, tiene forma de avión o de cruz. Fue planificada y pensada; la segunda, la de la miseria, nadie la ideó, fue creciendo como un cáncer. En la primera reina la paz, el sosiego, en la segunda la violencia y el ruido.
En la ciudad de la primera, la renta per cápita llega a 4 972 reales. En los barrios no supera los 800. Brasilia, la del mundo político y diplomático, es la ciudad con mayor número de criadas del país, más que la rica Sao Paulo, reporta diario El País de España.
Quienes habitan esa mancha de pobreza solo visible por avión son ya los hijos y nietos de los miles de trabajadores que de todo el país acudieron hace 50 años a construir el milagro de Brasilia.
Allí se fueron quedando, solos, sin planes de urbanismo, ignorados, sin turistas que los visiten.