En pleno siglo XXI, se proponen y debaten leyes respecto a la posibilidad de que, al momento de registrar a un bebé, lleve en primer lugar el apellido de su madre.
En países como Argentina, donde está vigente una normativa de matrimonio entre personas del mismo sexo, este tipo de parejas puede escoger el orden de los apellidos. Y el año pasado se presentó en ese país un proyecto para que en las familias formadas por un hombre y una mujer tengan la misma opción.
La Asamblea Nacional de Ecuador recibió el 2012, como parte del proyecto de Ley Reformatoria a la Ley de Registro Civil, Identificación y Cedulación, una propuesta de naturaleza similar: que dependiendo de la decisión de los progenitores, un hijo de Juan Pérez y María Rubio pueda ser registrado en su cédula como Rubio Pérez.
La motivación de estas iniciativas se basa en criterios de igualdad y de reconocimiento al papel actual de las mujeres en la sociedad, donde son muy comunes los casos en las que son ellas quienes asumen por completo el sustento emocional y económico de los hijos.
Sin embargo, el concepto de una línea matrilineal, donde la descendencia se define por línea materna, es casi tan antiguo como la raza humana.
El diccionario de la Real Academia Española ofrece dos definiciones al término matriarcado: “Organización social, tradicionalmente atribuida a algunos pueblos primitivos, en que el mando residía en las mujeres”, y “Predominio o fuerte ascendiente femenino en una sociedad o grupo”.
No obstante, los criterios son variados respecto a si estos sistemas realmente existieron. Por ejemplo, el historiador Javier del Toro, de la Universidad de Murcia (España), opina que no hubo tales, porque la mujer en las primeras etapas de la historia era vista como “un instrumento que habla y una máquina de parir”.
Pero aunque el matriarcado no sea un sistema político que predomine en un país o nación, la línea matrilineal de parentesco se mantiene en grupos de todo el mundo, en distintas realidades y con formas de vida diferentes. Algunos investigadores los consideran matriarcados, pero reconocen que en estos tiempos no existe en ninguno una absoluta prevalencia de la mujer sobre el hombre.
La periodista y antropóloga Anna Boyé ha visitado la comunidad Mosuo,en las provincias chinas de Yunnan y Suchuan, donde las mujeres gobiernan, administran los bienes y ordenan el trabajo. Algunos estudios la definen como la última sociedad matriarcal que vive.
Ahí no existe una palabra que defina el concepto de marido. Según escribe Boyé en su blog de viajes, “ellas se unen por amor con hombres que las visitan de noche. Los padres no tienen ninguna responsabilidad sobre los hijos, que vivirán siempre en el clan materno educados por sus tíos”.
La matriarca es quien distribuye las tareas según la habilidad, inteligencia y fuerza de cada miembro del grupo. Ella misma es escogida según estos criterios, no según su edad u otro aspecto Cuando una niña es considerada adulta, cumple con una ceremonia de iniciación, donde la parte central es el consejo que recibe de su abuela: “Ten buen corazón, no discutas, respeta a los mayores y estudia que por el bien de la familia todo es fácil”.
En otras latitudes se pueden hallar rasgos de una cultura matriarcal. En la tribu Minakabau, que vive al oeste de la isla de Sumatra (Indonesia), cuando una pareja se casa la mujer acude acompañada de sus hermanas y primas a la casa de sus suegros a recoger a su marido y sus pertenencias, puesto que este pasa a formar parte de la familia de su esposa.
La tribu aborigen de los Navajo, en Estados Unidos, pasa la herencia de las propiedades a través de línea femenina.
En América Latina, la comunidad de los Bribrí, en Costa Rica, es frecuentemente citada en investigaciones académicas sobre estructuras matriarcales que sobreviven.
Ubicados en la zona de Talamanca, son un conjunto de clanes que siguen la línea materna. Los niños que nacen pertenecen al clan de su mamá, y también son las mujeres quienes heredan las tierras.
En contexto
Aunque en el judaísmo la afiliación tribal se transmite por línea paterna, el estatus de judío se define por el lado de la madre. Algunos pasajes de su libro sagrado, la Torá, afirman que la descendencia de una mujer judía y un hombre no judío es un judío.