Hasta ayer había sido un día solo para recordar a los 2 752 muertos del 11 de septiembre del 2001. Pero el anuncio de construir un centro islámico y una mezquita a dos cuadras de donde estaban las Torres Gemelas desató la controversia que llenó las calles del sur de Manhattan.
Apenas dos bloques de distancia separaron a los manifestantes que estuvieron a favor y en contra de la libertad religiosa y la presencia de una mezquita cerca de la zona cero. La presencia masiva de policías al final no logró que las partes en desacuerdo se encuentren en las esquinas.“Ustedes no saben lo que es libertad. Dime cómo tratas a tu mujer”, le gritaba una mujer a un musulmán. “Si gusta le doy el teléfono de mi mujer para que la llame y le cuente cómo la trato”, fue la respuesta de él.
Hasta hoy, los musulmanes habían visto cómo una montaña de prejuicios y estereotipos se montó a su alrededor, pero ayer salieron masivamente a la marcha, que más tarde los confrontó entre árabes cristianos y musulmanes.
“Solo queremos respeto. Los que no quieren la mezquita no quieren la paz. La paz para ellos es una amenaza”, dijo Sabed Kaled.
La jornada terminó con los gritos “no una mezquita aquí” o “todos somos América”, que se ahogaron cuando la Policía les obligó a dispersarse o a entrar al tren y desaparecer.
Hace nueve años, dos aviones comerciales impactaron en las Torres Gemelas, las que horas más tarde se vinieron al suelo, dejando una herida abierta que no logra sanar. Hasta allá ayer llegaron las familias de los fallecidos.
Se congregaron en el parque Zuccotti. Llegaron portando retratos, flores y algunos vestían camisetas con las fotos de sus hermanos, hijos, tíos, esposos, etc.
Para algunos, este día todavía es como el primer aniversario donde miles acudieron a prometer que nunca olvidarán a sus caídos. Debra Epps llegó a honrar la memoria de su hermano Christopher. “Muchas veces me pregunté y me pregunto: ¿Por qué, por qué?, entendí que es algo con lo que tengo que vivir”, dijo.
Ayer tuvo sus matices: ya no eran solo los esposos, hermanos o los padres, sino también los hijos que quedaron muy pequeños, incluso hubo algunos nietos de los fallecidos, que no habían nacido cuando sus abuelos murieron ese 11 de septiembre.
El resto de peatones solo seguía su camino sin prestar mucha atención. La pequeña fuente de agua en el centro de la Zona Cero poco a poco se llenó de flores y promesas escritas de que nunca los olvidarán. “Kathy Smith nunca olvidada”, era el cartel que una joven se empeñaba en levantar lo más alto posible. Lo mismo hacía la madre de Salvatore Calabro, sus lágrimas nunca dejaron de
rodar durante toda la ceremonia.
Pero también hubo otros que reflejaban que la división sobre la mezquita entre los neoyorquinos está lejos de terminar. “Joon Koo Kang: te queremos. ¿Una mezquita cerca de la Zona Cero?, tenemos la obligación de impedirlo”.
Allison Low mostró su cartel a las decenas de cámaras de televisión y a los fotógrafos: “Este día es solo para mi hermana y las otras inocentes víctimas muertas nueve años atrás”. Su hermana era azafata y murió en uno de los aviones que se estrellaron.
Dos cuadras más arriba, en Park Place y la calle Church, se quiere construir la mezquita. La víspera del 11 de septiembre, unas 2 000 personas hicieron una vigilia nocturna para hablar de libertad religiosa y tolerancia.
El presidente Barack Obama también fue enfático en la ceremonia que se realizó en El Pentágono: “No estamos ni estaremos nunca en guerra con el Islam”, dijo. “No fue una religión la que nos atacó hace nueve años”, les recordó a los estadounidenses.