El Karma de ser inglés y español

Veía el empate entre Inglaterra y EE.UU. en un pub inglés en Buenos Aires. No recuerdo haber bostezado tanto, y en casos así los diálogos no demoran, además porque los empates y las derrotas necesitan explicaciones.

Y se encuentran siempre culpables: que el error del arquero Green fue por el balón, pero que el problema era el técnico Fabio Capello, un italiano que no tiene la idiosincrasia del fútbol inglés. Un tercero lo defendía porque creía necesario un poco de catenaccio (el candado defensivo) a un fútbol cuya liga enamora porque es ultra ofensivo, pero de defensa pobre.

Entonces se presentó un problema: si el inglés ataca ante defensas pobres, ante una defensa fuerte, entonces ¿el ataque será también pobre? “Inglaterra no va a ser campeón del mundo”, les dije confiando en que mis contertulios de ocasión no eran ‘hooligans’.

Inglaterra tiene un karma. Es el inventor de todos los deportes y no gana en ninguno. Quizá sea exagerado porque Manchester United se quedó con el Mundial de clubes en el 2008, pero estoy hablando de algo más emblemático.

En tenis, por ejemplo, no ganan Wimbledon ni la Copa Davis desde 1936 cuando, por cierto, competían como Reino Unido. Y en fútbol tanto como en rugby, la ganaron una sola vez, pero siempre están como una amenaza frustrante.

Lo mismo pasa con España, pero le queda el consuelo de no haber inventado ninguno. Que pierda ante Suiza no me sorprendió como insistieron los comentaristas deportivos ansiosos de sorpresas.

Un primo perdió una apuesta contra mi hermano porque decía que España iba a ganar en 1982. Mi hermano sostenía que en el Mundial más que cartel se requiere experiencia. Pero en el caso de España ocurre algo más grave todavía: su destino es rigurosamente trágico.

Todos, por lo menos la mayoría, dicen que es porque en su lujosa liga abundan los extranjeros, pero que en este caso está jugando con su mejor equipo de todos los tiempos. Yo recuerdo haber escuchado el mismo comentario desde 1982.

Por eso vuelvo a insistir en una teoría que enuncié el Mundial pasado y a la que me da la impresión que nadie dio bola y por eso quiero repetirla: el problema de España es linguístico. Definitivamente no puede ser campeón un fútbol a cuyo goleador le llamen ‘Pichichi’.

Me dirán que es el homenaje a uno de los grandes goleadores, pero resulta el nombre menos futbolero del mundo. Bien pudieron aprender de los italianos y llamarlo ‘capo cannonieri’ o quedarse con el castellano artillero, cañonero, rompe redes o goleador. ¿Pero Pichichi?

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