Teherán. AFP
El Régimen iraní impidió a la oposición perturbar los desfiles del 31º aniversario de la revolución islámica.
Gracias a un dispositivo policial considerable, las autoridades consiguieron limitar las manifestaciones contra el presidente, el ultraconservador Mahmud Ahmadinejad. Además, impidieron que estas degeneraran en enfrentamientos generalizados en el país, como ocurrió en la celebración del duelo religioso del Ashura, el pasado 27 de diciembre.
La seguridad se dio luego de la movilización convocada por la oposición. Las autoridades bloquearon la Internet, crearon interferencias en los programas televisivos del exterior e impidieron trabajar a los escasos periodistas de la prensa extranjera. Por eso, se desconoce la magnitud de esas manifestaciones.
Esta prohibición, sin precedentes en un aniversario de la Revolución, ilustra hasta qué punto las autoridades temían una demostración de fuerza de la oposición. Este acontecimiento, supuestamente, debía afirmar la unidad del Régimen y su apoyo popular.
El poder no escatimó medios para romper el ciclo de manifestaciones iniciado por la oposición tras la polémica reelección de Ahmadinejad en junio. En ese entonces, las protestas sumergieron a la República Islámica en una de las peores crisis de su historia.
Se multiplicaron las detenciones preventivas y las amenazas, y se impidió a los principales líderes reformistas participar en las concentraciones oficiales. Y es que la oposición había llamado a sus seguidores a acudir a ellas en tropel para hacer oír sus voces.
Según páginas web de la oposición, hubo manifestaciones aisladas en Teherán. Y testigos afirman que fueron reprimidas por las fuerzas antidisturbios, que efectuaron numerosas detenciones. Los sitios de Internet de la oposición reconocen que hubo menos concentraciones en provincias que durante el Ashura.
Con la oposición amordazada, el poder consiguió resaltar la participación de cientos de miles de iraníes, o millones, según las autoridades en los desfiles oficiales. “El poder mostró su capacidad de movilización”, deduce Amir Mohebian, un analista conservador.
Teherán también exhibió su fuerza al declararse públicamente como “nación nuclear”, tras anunciar el martes la producción de uranio altamente enriquecido. Ignoró las advertencias de las grandes potencias que temen que persiga objetivos militares.
Aunque Ahmadinejad reiteró que no tenía la intención de dotarse de armas nucleares, “el nuevo desafío a la comunidad internacional acelerará las sanciones económicas y políticas, que desembocarán en un creciente aislamiento y debilitamiento de Irán”, comentó un analista occidental que pidió el anonimato.
“Si el Régimen no aprovecha su demostración de fuerza para negociar tanto en el interior como en el exterior y radicaliza sus posiciones, su éxito puede ser una victoria pírrica”, es decir, conseguida con muchas pérdidas, añadió.