En tiempos en los que se pone en duda si los hijos de los inmigrantes nacidos en Estados Unidos se merecen la ciudadanía estadounidense, los indocumentados y los grupos de apoyo marcan presión sobre el gobierno de Obama.
Ellos quieren que se debata en el Congreso la reforma de inmigración y le piden que no sea ni en otoño ni el próximo año. Exigen que el debate empiece este abril y para demostrar su impaciencia el domingo 21 de marzo marcharán en Washington.
Las voces opuestas a la presencia de inmigrantes indocumentados no son mayoría, pero hacen ruido. La plataforma política de los sectores más conservadores incluye la prohibición de que los recién nacidos de los indocumentados adquieran la ciudadanía automática.
De esta forma se desconocería el artículo 14 de la Constitución que reconoce la ciudadanía de cualquier nacida en el país.
‘Reforma Inmigratoria para Estados Unidos’ se llama la última campaña, cuya estrategia es ir escalando presión.
Obama durante la campaña política ofreció dar una solución a unos 11 millones de inmigrantes sin papeles que viven en el limbo legal y con quienes más se ha cebado la crisis económica.
Pero para la directora ejecutiva de la Coalición de Inmigrantes de Nueva York, Cheng-Wha Hong, lo que ha ocurrido es que las deportaciones han aumentado en un 60 por ciento en este Gobierno. “¿Quién iba a pensar que los inmigrantes tendríamos que marchar a Washington para protestar por las políticas tomadas por esta administración?”.
En un intento de aplacar las críticas, el senador demócrata Charles Schumer aseguró que “estamos trabajando y tenemos solo un par de asuntos que concretar: conseguir el apoyo de otro senador republicano”.
Todo indica que pese a los esfuerzos de lograr el soporte republicano, este no se ha logrado. Por su parte, los dirigentes de los inmigrantes piensan que al Mandatario le falta mostrar compromiso con esta causa, y para presionarlo esperan llevar unas 100 000 personas a marchar en Washington.
El 11 de marzo, Obama insistió en la reforma si tiene apoyo de los republicanos. En otras palabras: el Presidente ha puesto la pelota en la cancha conservadora y ellos decidirán si quieren jugar o no.
Pero si abrir el camino a la residencia de millones de inmigrantes en Nueva York dependiera del alcalde Michael Bloomberg, esto ya habría ocurrido hace rato.
Bloomberg es un visible defensor de los inmigrantes y enfatiza que la ciudad necesita más inmigrantes para crear trabajos.
La coalición de inmigrantes está tejiendo una red para lograr que la marcha del 21 sea multitudinaria. El padre Thomas Healy de la parroquia de Corona en Queens, es uno de los que ya se comprometió a través de su púlpito a pedirles a sus fieles que acudan a esa marcha.
“No se puede aguantar más el drama de los hijos con padres deportados o con miedo de que los deporten”, le dijo a este Diario.