No ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se volvió a pronosticar la muerte de Fidel Castro. El propio líder cubano contribuyó a los rumores sobre su estado de salud tras la operación a la que fue sometido en 2006. Posiblemente, él ya no vea el final de la presidencia de Barack Obama en Estados Unidos, dijo hace un tiempo Castro. Pero ahora el histórico revolucionario, de 83 años, se ha vuelto a colocar en primera fila en la política de su país.
fakeFCKRemoveLos grandes acontecimientos parecen siempre darle nuevos bríos. Y con sus apariciones siempre parece estar dispuesto a matizar una realidad que no le sea tan conveniente. El último evento de gran envergadura es la reciente liberación de 52 disidentes políticos cubanos, un paso pedido desde hace años por la comunidad internacional.
Según las propias directrices de Castro, los opositores son definidos como “criminales corrientes” y “peones del imperialismo estadounidense” en la mayor de las Antillas. Sobre todo, el imperialismo ha sido la gran ‘bestia negra’ del revolucionario a lo largo de su vida política. Y en un país especialmente marcado por sus 47 años en el poder, su hermano Raúl prometió recurrir a sus consejos en situaciones difíciles cuando Fidel le entregó el mando en julio de 2006.
La nueva aparición de Fidel Castro el viernes pasado en el Ministerio de Exteriores tenía sobre todo un objetivo: dejar claro que el veterano revolucionario sigue marcando la pauta en la isla. Y que no importa lo que digan los críticos del Gobierno, los escépticos que piden reformas económicas o algún que otro opositor envalentonado.
El economista disidente Óscar Espinosa Chepe, por ejemplo, sostenía hace algunos días que el balance comercial de Cuba registra actualmente un déficit de más de USD 10 000 millones. La isla vendió así mercancías por un valor de 3 700 millones y tuvo que comprar bienes por 14 500 millones, en este último rubro sobre todo alimentos, pues Cuba no puede desde hace tiempo cubrir las necesidades de su población con la producción local.
Castro, sin embargo, no está dispuesto a permitir que se hagan reformas económicas y políticas. Fiel a sus viejos reflejos, el líder cubano prefiere seguir advirtiendo respecto a un posible conflicto nuclear en Cercano Oriente instigado por Estados Unidos.
Muchos expertos ven la actual liberación de los disidentes como un “sorprendente paso positivo”. Ahora, según la estimaciones, le corresponde actuar a Washington. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, habló ya de una señal positiva, pero destacó que es necesario que haya más avances de cara a las esperadas reformas.
Desde La Habana, por otro lado, se habla de conversaciones a nivel gubernamental “calmadas, positivas y centradas, sin propaganda”. La esperanza de que la isla deje de ser pronto la Cuba de los Castro es sin embargo poco realista, como demuestra la reciente comparecencia de Fidel Castro. Los países europeos ya parecen haberse hecho a la idea de que necesitan impulsar una política de avances paulatinos con el viejo gobierno revolucionario como interlocutor.
En ese marco, la voz de los disidentes sigue estando al margen. “No sabemos qué pasará con nosotros”, decía el recién liberado Julio César Gálvez tras su llegada a Madrid. “Estamos al borde de la ilegalidad, no somos libres”, agregó también. Un regreso a La Habana sería posible para ellos solo con una autorización del gobierno revolucionario de los Castro.