¿De qué se habla en Francia?

Europa es territorio de ideas fuertes. Y unas vacaciones de verano en mi tierra me permiten renovar ideas, releer algunas teorías y, sobre todo, empaparme de debates de última hora sobre los temas que atañen a las mujeres.

La primera idea proviene del último libro de Elizabeth Badinter, cuyo título es ‘El conflicto’. Retoma el debate alrededor de la dificultad para las mujeres de hoy de conciliar la mujer y la madre, y más ahora cuando asistimos a un duro retorno al naturalismo y a sus correlatos, tales como el instinto materno, que debatimos con tanta vehemencia en los años 70 y 80.

Las francesas están tratando de resistir a las exhortaciones cada vez más numerosas de los y las ‘maternalistas’, buscando lograr un justo equilibrio entre ser mujer con la multiplicidad de modos de vida que se han abierto a ellas, y ser madre que trata de escapar de la ola naturalista sin demasiada culpabilidad.

Parecería que se trata de volver a hacernos creer que, para una mujer, es difícil realizarse fuera de la maternidad.

El segundo debate se refiere a la obsesión por volver a lo ‘natural’, a lo ‘bio’ o a lo ‘verde’, que se expresa en la vida cotidiana de múltiples maneras: desde los productos de limpieza hasta las vacaciones, el diseño, la arquitectura, la maternidad o las píldoras anticonceptivas.

Efectivamente, las mujeres pueden disponer hoy de píldoras anticonceptivas ‘bio’, cuyos componentes ya no son sintéticos, sino naturales. Por cierto, esta vuelta obsesiva a lo natural tiene sus zonas de sombra, una de las cuales se expresa en un pequeño aumento de los embarazos no deseados y, por consiguiente, en un aumento de los abortos voluntarios. Es que volver a lo natural es volver a una sexualidad sin protección, sin anticoncepción y dejando actuar a la naturaleza.

Por otra parte, me sorprendió que el tema de las violencias ejercidas contra las mujeres se haya vuelto recurrente en múltiples producciones culturales. Novelas, ensayos, investigaciones, simposios y películas sobre el tema han generado interesantes debates.

Y también me llamó la atención encontrar una Francia llena de bebés y con la tasa de fecundidad más alta de Europa. Al mismo tiempo, el aumento de la esperanza de vida ha significado que quienes tienen entre 50 y 65 años estén casi totalmente dedicados al cuidado de sus nietos, sus nietas, sus padres y sus madres. Muchas de mis amigas de mi edad tienen todavía a sus padres vivos (entre 85 y 97 años) y se ocupan activamente también de sus nietos -cuyas madres trabajan a tiempo completo-, totalmente divididas entre jóvenes y ancianos, que exigen mucha atención.

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