El contrabando fluye como nunca en la Franja de Gaza. Cemento, armas y unos 200 automóviles llegan cada semana desde Egipto al territorio palestino a través de túneles subterráneos. Lo más codiciado ahora son los todoterrenos procedentes de Libia.
Es un trabajo duro. Un pozo de 20 metros se adentra en las profundidades y un sistema eléctrico tira de una artesa cargada con guijarros. Dos hombres tiran de los 150 kilos de pesada carga por una rampa, hasta arrastrar unas ocho toneladas por turno. Pasan 12 horas trabajando en medio del polvo y el calor para ganar unos seis euros (8,7 dólares). “Si me consigues otro trabajo por ese dinero, lo tomó inmediatamente y dejo esta mierda”, dice Wail Akram.
En Gaza apenas existe trabajo legal y cuando lo hay apenas reporta dinero. Por eso, jóvenes como Akram, de 26 años, se emplean como contrabandistas. Y trabajo no falta desde que el ex presidente egipcio Hosni Mubarak fue derrocado el pasado febrero. “Las fuerzas de seguridad de Mubarak boqueaban túneles, los dañaban o destrozaban. Ahora ya no existen esas fuerzas de seguridad”, explica Mohamed Mismah, de 22 años. Él es el encargado del negocio, pero no el propietario del túnel, que ha alquilado por unos 2.560 euros al mes. El pasadizo de 250 metros tiene 1,5 metros de alto y ancho. El suelo es de barro, una pequeña desventaja. Y es que si fuera de arena, los contenedores de caucho de 5 metros en los que se transportan las mercancías circularían mucho mejor. En el extremo sur de la frontera de Gaza puede verse una tienda de campaña tras otra. Cada una de ellas esconde un túnel, así hasta 300.
Mismah es tan sólo una pequeña pieza en el engranaje compuesto por miles de contrabandistas. Los verdaderos reyes del negocio cuentan con auténticas calles y lineas ferroviarias bajo tierra. Por ellas transportan vehículos hasta Gaza. “El túnel comienza en Egipto y sale a la superficie en Rafah. Los coches se transportan de una sola pieza y llegan sin un rasguño”, explica Mishmah.
“Cada semana llegan unos 200 automóviles de contrabando desde Egipto”, explica el presidente de la Asociación Empresarial de Gaza Alia al Haik. Además, cada día se transportan 3.000 toneladas de cemento y grava y 300 toneladas de acero que se emplean para la construcción de los túneles. El contrabando es el único negocio activo y floreciente en Gaza desde que hace cuatro años Israel impuso un férreo bloqueo a la Franja tras la toma de poder de los radicales de Hamas en la zona.
Como consecuencia del bloqueo, la tasa de desempleo en Gaza llega al 45 por ciento. Según Naciones Unidas, seis de cada 10 palestinos viven bajo los umbrales de pobreza. En realidad, lo que Israel pretendía con el bloqueo era presionar a Hamas y evitar la llegada de armas a la zona, pero ha fracasado en ambos empeños. “Israel fortalece a Hamas”, apunta Al Haik, que tuvo que cerrar sus dos fábricas a causa del bloqueo. “Cada mes llegan millones de litros de gasolina y diesel a través del contrabando. Y Hamas gana un shekel (20 céntimos de euro) por cada litro”, explica.
Además, cada nuevo propietario de un coche de contrabando debe pagar como impuesto 6.900 euros a Hamas. “Y por cada paquete de cigarrillos, se embolsan tres shekels (60 céntimos)”. A la pregunta sobre el contrabando de armas, todo se vuelven monosílabos. “Es demasiado peligroso”, contesta Mismah. Pero uno de los hombres que trabajan en el campamento explica el procedimiento de ese contrabando dibujando un mapa en la arena.
Según ese boceto, los túneles por los que se transportan las armas no van directamente desde Egipto a Rafah, sino que terminan en tierra de nadie, entre las dos fronteras. Esa zona la controlan las fuerzas de seguridad de Hamas y los aviones de Israel apenas pueden bombardearla por su cercanía a la frontera egipcia. Al igual que sus hombres, Mismah procede del campamento de refugiados de Chan Junis. Allí viven los más pobres de entre los pobres. “Cualquier otro trabajo es mejor que este. Pero no hay alternativa. Sin los túneles, moriríamos de hambre”, se lamenta.