La cumbre en Seúl del G20, aquellos países de las economías más poderosas y las emergentes, terminó con el vértigo de quien camina al filo del abismo.
Cuesta trabajo recomponer el escenario que azotado por una crisis financiera y recesión en EE.UU., no supo reponerse de la burbuja financiera y recibió los sacudones de la crisis europea. La globalización que trae beneficios muestra también los riesgos de unas finanzas interconectadas donde las enfermedades de unos contagian a otros.
A esta hora hay quienes se regocijan al constatar que son los Estados aquellos que tienen que ir en auxilio de los inmensos desajustes sistémicos que un libre juego sin controles pueden ocasionar. En EE.UU., son los propios recursos estatales los que se rein- yectarán en la economía para procurar sacudirla del letargo de la recesión. Una apuesta inflacionaria cuyos resultados deberán medirse.
En el Lejano Oriente el pulseo entre la economía de mayor expansión, China Popular, que lucha por la hegemonía ante un Japón preocupado, supone un ámbito de influencia en la zona donde los tigres miran cautelosos y Corea del Sur pide espacio. Ante la influencia de India y Brasil, las movidas monetarias no parecen convencer al término de una cumbre donde acecha el riesgo del abismo.