Una inmolación en una escuela de un terrorista de Boko Haram es la noticia más reciente.
Es una escuela de negocios para jóvenes. Quedó medio centenar de jóvenes heridos. La anterior noticia refería la liberación de 687 mujeres jóvenes reducidas a cautiverio. La operación estuvo a cargo de fuerzas combinadas de Nigeria con otros países amigos.
Boko Haram es un grupo terrorista de corte fundamentalista islámico, financiado, curiosamente, por ciertos entes de caridad musulmana. Su última proclama universalmente conocida fue la de su adhesión al Estado Islámico, que busca por la fuerza y la muerte implantar un califato en Siria e Iraq.
Los reportajes de las chichas liberadas son huellas hondas del dolor de una tragedia que el siglo XXI preferiría ignorar pero que sucede en el corazón del África. Mujeres esclavizadas, violadas, embarazadas y obligadas a luchar con el grupo guerrillero extremista.
El sueño de Abubarak Shekau es imponer un califato en un país donde hay una influencia marcada de islamistas, especialmente en el norte, pero también conviven cristianos y personas de otras creencias ancestrales a quienes se les quiere imponer por la fuerza la visión musulmana radical.
El cabecilla del grupo confesó con sangre fría espeluznante hace un año que fue el responsable del secuestro colectivo de 276 niñas el 24 de abril. Dijo sin pestañear que las venderían como esclavas. Su pecado: mirar televisión y educarse con ciertos criterios occidentales.
Las noticias de la reciente liberación de las niñas esclavas encierran muchas historias tristes. La primera es que ninguna de ellas estaba en el grupo secuestrado hace un año. El secuestro que vienen practicando desde hace una década desgarra a decenas de familias.
Otra tragedia es la violación a cargo de los guerrilleros a muchas de las adolescentes que quedan embarazadas.
Una herida que las marcará de por vida, mientras en el mundo civilizado es una tragedia más que parece que ya no conmueve.