Vicente Poveda,
DPA
Guillermo Fariñas, galardonado el jueves con el premio Sajarov del Parlamento Europeo, se convirtió en una de las figuras de la disidencia cubana más conocidas en el exterior gracias a sus reiteradas huelgas de hambre, de amplia repercusión mediática.
En la última, de 134 días, el disidente de 48 años exigía al gobierno del presidente Raúl Castro la excarcelación de 26 opositores enfermos. Inició su acción el 24 de febrero pasado, tras la muerte después de 83 días de ayuno del preso Orlando Zapata Tamayo, y la finalizó el 8 de julio, después de que el gobierno acordara, en diálogo con la Iglesia católica, dejar libres a 52 opositores encarcelados. Durante dicha huelga de hambre y sed, Fariñas insistía una y otra vez en que seguiría adelante “hasta las últimas consecuencias”.
Castro acusó en una ocasión a Estados Unidos y la Unión Europea (UE) de utilizar la protesta del disidente como un “chantaje inaceptable” en el marco de una “una de las más feroces y concertadas campañas mediáticas” contra la isla. “Si no modifica su actitud autodestructiva será responsable, junto a sus patrocinadores, del desenlace que tampoco deseamos (su muerte)”, afirmó el presidente cubano en un discurso, el 4 de abril.
“Fue una declaración explícita y tácita de que me van a dejar morir dicha por el propio presidente de Cuba, y nosotros como opositores pacíficos le aceptamos el reto y con toda la dignidad del mundo nos vamos a morir aquí”, respondió Fariñas al día siguiente. Guillermo “el Coco” Fariñas, mulato, calvo y extremadamente delgado, nació el 3 de enero de 1962 en la ciudad de Santa Clara, en el seno de una familia simpatizante de la revolución cubana. Su padre combatió junto a Ernesto Che Guevara en África, y él mismo perteneció a la Unión de Jóvenes Comunistas, pero según explica entregó el carnet en 1989, en protesta por el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, acusado de narcotráfico.
Casado y padre de una hija, recibió formación militar y combatió en el contingente cubano en la guerra de Angola, donde sufrió diversas heridas y fue condecorado, según narra en una autobiografía. Al regresar a su país, estudió psicología y trabajó en varios hospitales, el último de ellos un pediátrico de La Habana, donde se enfrentó a la directora y fue detenido y encarcelado durante nueve meses. Castro dijo que Fariñas agredió a la mujer y la “amenazó de muerte”. Fariñas asegura no obstante que fue él quien fue asaltado por “cuatro o cinco hombres” de la familia de su jefa tras acusarla de ser “una ladrona y una corrupta”. Según dijo, cuando acudió a denunciar la agresión, fue llevado a prisión. En octubre de 2002 fue condenado a seis años de cárcel bajo cargos de desorden público y atentado, pero quedó libre a finales de 2003 por motivos de salud. Después, se unió a la red de los llamados “periodistas independientes”, que escriben artículos críticos con el gobierno de la isla.