Han pasado 10 años desde la creación de Facebook, pero el año en que la red social cobró mayor protagonismo fue en el 2010, cuando fue utilizada como instrumento de difusión de las protestas en los países árabes. La red social se convirtió en una caja de resonancia, masificando el malestar de la ciudadanía, lo que derivó en varios intentos de censura de los gobiernos dictatoriales.
Así nació el término ‘revolución Facebook’, que fue adquiriendo importancia por las movilizaciones convocadas en esta red social. Las revoluciones en Túnez, Libia, Egipto y otros países del Medio Oriente y norte de África encontraron en Facebook una herramienta rápida para organizarse y una plataforma para compartir videos, imágenes y testimonios que no se recogían en los medios de comunicación masivos.
La denominada ‘Primavera árabe’ se inició con la revolución tunecina. La inmolación de un vendedor callejero en diciembre de 2010, cansado de los abusos policiales, fue el detonante para que los cibermilitantes muestren su inconformidad con el régimen de Túnez y la posterior caída de Ben Alí, el 14 de enero de 2011.
En Egipto, Facebook jugó un papel importante en la cadena de sucesos que desembocaron en la caída de Hosni Mubarak. Páginas como ‘6 de Abril’ y ‘Todos somos Khaled Saïd’ embanderaron la lucha contra el Gobierno. Tras 30 años en el poder, Mubarak fue derrocado el 11 de febrero de 2011.
Pero así como la red de Mark Zuckerberg es elogiada por permitir compartir información, hay quienes la cuestionan porque argumentan que su uso refuerza la vigilancia y el control de la población al contar con un gran banco de metadatos.
Zuckerberg minimizó el rol de Facebook en las revoluciones. “Creo que Facebook no fue necesario ni suficiente para que cualquiera de estos eventos ocurriera”.
Facebook se convirtió en ese espacio virtual de encuentro de gente que tenía cosas en común, pero las revueltas se generaron en las calles. Según Ihab el-Sakkout, consejero de medios de la organización humanitaria Oxfam para Medio Oriente, la red social fue una herramienta importante por su capacidad de movilización, pero “no un factor clave”.
Similar criterio comparte Sean Aday, profesor de George Washington University, quien señala que para derrocar a un dictador se necesita más que Facebook, sin restarle importancia a la red social pues ayudó a mantener viva la mecha de la revolución.
Aday añade que las redes sociales se convirtieron más en un magáfono que en una herramienta de convocatoria, pues el contenido generado sobre las revoluciones en Túnez, Libia y Egipto tuvieron lugar fuera de la región. “Había más gente en Occidente conversando sobre las protestas en el Cairo, que gente en Egipto comunicandose entre sí”, añadió.
Lo cierto es que el papel de las redes sociales sigue consolidándose por el valor y aporte que brinda la información ciudadana.