Con números récord de coronavirus, Florida dispuesta a asumir el riesgo

Diane, una enfermera de Houston, Texas, toma el sol en la playa junto a su esposo, ambos con mascarillas, en Miami Beach, Florida, el 16 de junio de 2020. Florida informa un total diario récord de nuevos casos de coronavirus, pero nunca se sabe mirando la

Diane, una enfermera de Houston, Texas, toma el sol en la playa junto a su esposo, ambos con mascarillas, en Miami Beach, Florida, el 16 de junio de 2020. Florida informa un total diario récord de nuevos casos de coronavirus, pero nunca se sabe mirando la

Diane, una enfermera de Houston, Texas, toma el sol en la playa junto a su esposo, ambos con mascarillas, en Miami Beach, Florida, el 16 de junio de 2020. Florida informa un total diario récord de nuevos casos de coronavirus, pero nunca se sabe mirando las playas y hoteles cada vez más ocupados de Sunshine State. Foto: AFP

Los casos de coronavirus aumentan a niveles récord en Florida, mientras multitudes de turistas disfrutan de playas y hoteles con vagas reminiscencias de lo que fue el confinamiento, muchos sin mascarillas y con la distancia social en el recuerdo.

Este estado en el sureste de Estados Unidos está reactivando lentamente su economía, que necesita desesperadamente a los turistas para sobrevivir, y con más urgencia en un año electoral.

Pero mantener un balance entre las medidas de salud pública y la necesidad de salvar empleos es un desafío.

Florida registra números récord de coronavirus, con más de 2 500 nuevos casos diarios el lunes y el martes, para un total que suma más de 82 000 infectados y más de 3 000 fallecidos.

La cantidad de personas que mueren por día no ha aumentado, pero sí el porcentaje de nuevos resultados positivos respecto a la totalidad de casos: 10,3% este miércoles, contra 5,5% el miércoles de la semana pasada, según el Departamento de Salud.

Sin embargo, la gente está harta de la pandemia y aumentan las tensiones entre los portadores de máscaras y quienes reniegan de ellas.

“No es fácil”, dice Kathia Joseph, dueña de la panadería francesa Blue Paris en Miami Beach, una isla barrera frente a Miami. “Tenemos que estar detrás de ellos, pedirles que usen mascarillas. Algunos no se lo toman nada bien”.

En la calle, un hombre discute con su conductor de Uber porque se niega a subir al coche con la mascarilla y, en la playa, un “embajador de distancia social” es intimidado por un grupo de juerguistas que bailan en la arena con unos tragos de más.

Joseph dice que solo la mitad de sus clientes acceden a cumplir las reglas. Es una proporción que también observa Diane, una mujer de 60 años que viajó desde Texas en coche para echarse sobre la arena de Miami Beach.

“Parece que la gente solo quiere seguir adelante con sus vidas y están decididos a asumir el riesgo”, dice Diane, quien no quiere dar su apellido, antes de darse un baño de mar con la mascarilla quirúrgica puesta.

Controlar el riesgo

Consciente de estas fricciones, el alcalde de Miami Beach, Dan Gelber, dice que “no se trata de eliminar el riesgo, sino de controlarlo”.

“Aunque no consigamos que el 100% de la gente respete las normas, si la mayoría lo hace, ya reduciremos tremendamente el virus y salvaremos vidas”, dice a la AFP .

Los dos meses y medio de confinamiento fueron un mazazo para esta isla de 93 000 habitantes. Antes de la pandemia, Miami Beach recibía siete millones de turistas al año. Ahora, la ciudad pierde ganancias de 3,5 millones de dólares por semana.

Ahí está la encrucijada. La ciudad necesita turistas desesperadamente, pero interactuar con los clientes de forma segura “es un gran desafío para nosotros”, dice Joseph, de 34 años. “ Aunque estamos felices de volver a trabajar ” .

Algunos negocios están cerrando sus puertas definitivamente. También Joseph decidió clausurar su panadería y abrir un café cubano cerca de Ocean Drive, el paseo marítimo que concentra la poca actividad de la isla.

Citando la estabilidad en las cifras de hospitalizaciones y muertes, las autoridades atribuyen parcialmente el incremento de los casos al aumento de las pruebas, que ahora se hacen agresivamente, gratis y a quien lo pida.

Pero muchos suenan la alarma porque los tests por sí solos ya no justifican tantos resultados positivos, y señalan la reapertura que comenzó en mayo y las protestas contra el racismo de las últimas tres semanas como responsables de propagar el covid-19.

Tiro por la culata

“ No vamos a cerrar; vamos a seguir adelante ” , dijo el martes el gobernador Ron DeSantis, un aliado del presidente Donald Trump en un estado clave para ganar la presidencia en noviembre.

La semana pasada, el gobernador accedió al deseo de Trump de celebrar su nominación republicana en un evento sin distancia social y ofrendó la ciudad de Jacksonville, en el noreste.

El estado comenzó a reabrir lentamente su economía en mayo y la mayoría de sus negocios están abiertos con capacidad limitada e instrucciones de mantener el distanciamiento social.

Pero en los últimos días, varios bares y restaurantes en Tampa -que inició su reapertura antes que Miami- debieron cerrar porque algunos de sus trabajadores se contagiaron del virus.

Un grupo de 16 amigos que fueron a un bar en Florida dijeron a CNN el miércoles que se habían contagiado todos de covid-19.

DeSantis “ se está pegando un tiro en el pie ” , dijo Aileen Marty, una experta en pandemias de la Universidad Internacional de Florida (FIU) , a la revista Politico.

“Él piensa que minimizar la amenaza del virus ayudará la economía ” , prosiguió. “ Será un tiro por la culata porque si las personas no entienden lo peligroso que es este virus, actuarán de maneras irresponsables ” .

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