Misión cumplida dijo hace siete años el presidente de EE.UU. de ese entonces, George W. Bush, poco después del ingreso de tropas estadounidenses a Iraq. Anoche el actual mandatario, Barack Obama, cuando declaró el fin de la guerra ni de lejos mencionó esa frase que por años se tradujo en caos.
“No escucharán esas palabras”, alertó Robert Gibbs, vocero de la Casa Blanca, a pocas horas del discurso a la nación de Obama.
EE.UU. se va y se queda: ayer se marcó la fecha del retiro de 50 000 militares pero otra cifra similar se queda hasta el 2011. Ellos darán asistencia humanitaria, seguridad y lucharán contra el terrorismo, mientras en el paladar del país persiste ese sabor de triunfo paupérrimo o de fracaso.
¿Ganamos?, se pregunta The New York Times y con otra pregunta taladra más en el ataúd de lo que fue la guerra en Iraq: “¿Siete años más tarde, después de tanta sangre derramada, después de tantas bombas y choques sectarios, después de tanto terror y tormento, realmente Estados Unidos ganó la guerra en Iraq?”.
El mismo diario tiene la respuesta: “se derrocó a un dictador como Saddam Hussein y se llevó la democracia aún rudimentaria y disfuncional”, pero que los soldados no esperen desfiles y aplausos en su honor ni que el Presidente de turno hable de victoria.
“Ni ganamos ni perdimos. Lo que podemos decir es que a un enorme costo les hemos dado a los iraquíes la oportunidad de lograr un país estable”, dijo el ex senador demócrata Lee Hamilton.
Las caricaturas de estos días grafican a la medida el sentir: “Misión verdaderamente bien cumplida ¡Vámonos!”, grita un Tío Sam que en estampida sale liderando a los soldados dejando atrás un país en medio de muertos, llamas y bombas.
Incluso George Bush en su momento reconoció: “esta guerra no la estamos ganando ni perdiendo”. El actual líder del senado Harry Reid dijo en el 2007: “Esta guerra está perdida”.
El domingo, el restaurante Busboys and Poets, en Washington, hizo notorio el sentir de las voces que siempre se opusieron a la guerra. En un auditorio lleno, la congresista demócrata Donna Edwards dejó flotando su inquietud de que la permanencia de las tropas de asistencia se convierta en un “ocupación para largo”.
Raed Jarrar, analista sobre el Oriente Medio, cree que: “Estados Unidos deja un Iraq que no va a agradecer por los años de ocupación. Los iraquíes vieron a esta guerra como la nueva forma de invasión del siglo XXI”.
Los panelistas lamentaron que se deje a un país sin electricidad, sin agua y millones de desplazados. Hasta hubo espacio para que artistas del hip-hop como Head Roc, a través de la música, haga un recuento de lo que significó la guerra en casa: “menos dinero para las escuelas, vivienda impagable, el cuidado infantil fuera del alcance, regiones desfondadas”.
Ahora que la guerra llega a su fin, “solo una cosa es clara: no ganamos”, escribe Eugene Robinson, uno de los más destacados articulistas del Washington Post. “tampoco perdimos bajo el significado de que fuimos derrotados, pero las guerras ya no terminan con ceremonias de rendidos y desfiles. Terminan en medio de una neblina de ambiguedad”.
Mike Pence, republicano, no piensa así. Él escribió en el diario conservador The Washington Times que “el mérito hay que darle a quien se merece: a nuestros hombres y mujeres que acabaron con el terrorismo y la tiranía y llevaron la estabilidad y, por una vez, que el Presidente dé el crédito a su predecesor (Bush)”.