Los desarrollos en la física moderna excluyen a Dios de las teorías sobre el origen del Universo. Así lo afirma el astrofísico británico Stephen Hawking en un nuevo libro del que el diario The Times publicó este jueves algunos extractos. Según argumenta este eminente científico en ‘The Grand Design’ (‘El gran diseño’), coescrito con el físico estadounidense Leonard Mlodinow y que llegará a las librerías el 9 de septiembre, el Big Bang fue “una consecuencia inevitable” de las leyes de la física. “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo puede crearse y se crea a partir de nada. La creación espontánea es la razón por la que hay algo en lugar de nada, de por qué existe el universo y de por qué existimos nosotros”, escribe Hawking. “No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha el universo”, agrega. Esta posición representa, según el Times, una evolución con respecto a lo que el científico británico de 68 años había escrito anteriormente sobre el tema.En su ‘Historia del tiempo’ (1988), uno de los grandes ‘best-sellers’ de la literatura científica, Hawking sugería que no existía incompatibilidad entre la noción de Dios en tanto que creador y una comprensión científica del universo. ‘The Grand Design’ también desmonta la teoría de Isaac Asimov de que el universo debió ser creado por Dios dado que no pudo surgir del caos. Hawking elabora su teoría a partir del descubrimiento en 1992 de un planeta que gira alrededor de una estrella que no es el sol. “Eso hace que la coincidencia de nuestras condiciones planetarias -el único sol, la afortunada combinación de distancia Tierra-Sol y masa solar-, sea menos excepcional y menos convincente como prueba de que la tierra fue cuidadosamente diseñada para satisfacer a los seres humanos”. Hawking, que padece una grave enfermedad degenerativa (distrofia neuromuscular) que le obliga a moverse en silla de ruedas y a comunicarse a través de un ordenador, abandonó el año pasado la prestigiosa Cátedra Lucasiana de Matemáticas de la Universidad de Cambridge que ocupaba desde 1979.El científico comenzó a sufrir la enfermedad cuando tenía 20 años pero logró convertirse en una de las autoridades científicas mundiales, y también ha tenido participaciones estelares en “Star Trek” y en las series animadas “Futurama” y “The Simpsons”.