La ONU documentó ayer 17 de febrero evidencias de “masivas y sistemáticas” violaciones de derechos humanos en Corea del Norte, que alcanzan el grado de crímenes contra la humanidad. Lo hizo en un extenso informe que aporta pruebas suficientes para presentar el caso a la Corte Penal Internacional (CPI).
Entre los crímenes contra la humanidad documentados de manera precisa y exhaustiva, figuran “exterminio, asesinato, esclavitud, desaparición forzosa, ejecuciones sumarias, torturas, violencia sexual, abortos forzosos, privación de alimento, desplazamiento forzoso de poblaciones y persecución por motivos políticos, religiosos, racionales o de género”.
Junto con el informe, el presidente de la Comisión de Investigación de la ONU, Michael Kirby, remitió una carta al líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, en la cual le advierte de que como máximo responsable de todas las instituciones del Estado, tiene que asumir su responsabilidad sobre esos crímenes, incluso si no ha participado directamente en ellos. Con este informe, Kirby declaró que la comunidad internacional ya no podrá alegar la ignorancia como una excusa para su inacción.
Desertores norcoreanos testificaron a la comisión investigadora de la ONU sobre violaciones de los derechos humanos dentro del sistema carcelario del país comunista.
Las audiencias fueron realizadas en la capital de Corea del Sur, Seúl. Los testigos han hablado en el pasado, pero sus historias no son conocidas en Occidente, lo que a menudo ha sido objeto de críticas por descuidar los abusos de derechos humanos en Corea del Norte.
Shin Dong Hyuk, de 32 años, nació y se crió en una prisión llamada Campamento 14 junto a su familia. Los presos son adoctrinados para revelar cosas el uno del otro, y Shin informó de los planes de escape de su familia, con consecuencias fatales. “Creo que querían subir a la montaña y escapar. Fui a la escuela e informé a mi maestro sobre la conversación de mis padres que había escuchado. Frente a todos los reclusos, presos políticos, a mi padre y a mí fueron ejecutados públicamente mi madre y mi hermano mayor. A mi madre la colgaron frente a mí y a mi padre”. Cuando Shin tenía unos 12 años le cortaron un dedo, como castigo por haber dejado caer una máquina de coser.
“El guardia le dijo al jefe de planta que me cortara el dedo. Me puse de rodillas y rogué que no lo hiciera, pero no funcionó, obviamente. En ese momento pensé que iban a cortarme la mano. Pero fue solo un dedo”, dijo Shin en su testimonio.
Otro caso: Kim Young Soon nació en 1937 y pasó nueve años en el campo de prisioneros de Yodok. Ella informó al panel de la ONU cómo los prisioneros deben vivir con una escasez extrema de alimentos. “Cocinamos las serpientes y los ratones para alimentar a los niños. Y si algún día podíamos comer ratones era una dieta especial para nosotros. Así que teníamos que comer todo lo vivo, todo tipo de carne que encontrábamos, todo lo que volaba o se arrastraba por el suelo. Comíamos también cualquier hierba que crecía en el campo. Esa es la realidad de la prisión”, testimonió Kim.
Ahn Myong Chul trabajó como guardia en cuatro campos de prisioneros. Según Ahn, a los guardias se les da órdenes de “eliminar” a los internos en caso de un conflicto. Kim Hyuk, de 32 años, fue encarcelado de niño en un campamento correccional después de tratar de huir a China. Al igual que otros exreclusos, Kim aseguró que la existencia de los campos de prisioneros es muy conocida en Corea del Norte, a pesar de los desmentidos públicos por parte del Régimen comunista.
El informe de la ONU dice que entre 80 000 y 120 000 prisioneros políticos están hoy en los campos de trabajo. También, revela que solo en los cuatro años que van de 1996 a 2000, murieron de hambre en Corea del Norte entre 600 000 y un millón de personas.