Culpar a Bruselas ya no será la excusa británica

Los exteriores del Parlamento de Westminster, en Londres, han sido el escenario de protestas en contra y a favor del Brexit. Foto: AFP

Los exteriores del Parlamento de Westminster, en Londres, han sido el escenario de protestas en contra y a favor del Brexit. Foto: AFP

Los exteriores del Parlamento de Westminster, en Londres, han sido el escenario de protestas en contra y a favor del Brexit. Foto: AFP

Atrás quedaron las especulaciones, los pedidos de nuevo referendo, las marchas, y hasta el pánico para aprovisionarse de productos venidos del sur, de fuera de la isla.

‘El Reino Unido ha dejado la Unión Europea. Entérate qué significa eso para ti’. Ese es el título de las página web que el Gobierno británico ha preparado para sus ciudadanos, una vez que Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda de Norte, naciones que conforman el Estado del Reino Unido (RU o UK por sus siglas en inglés) abandonaran el grupo de los 27 países europeos el 31 de enero pasado.

‘Estamos en un período de transición hasta el final del 2020, mientras el RU y la UE negocian acuerdos adicionales. Las leyes actuales de comercio, viajes y negocios entre el RU y la UE seguirán aplicándose durante el período de transición. Las nuevas normativas tomarán efecto el 1 de enero del 2021. Prepárate ahora...’, continúa la página informativa.

En esta dirección, cada semana se cuelgan comunicados oficiales con títulos como ‘La futura relación entre el RU y la UE’ o ‘el Gobierno confirma planes para introducir control a las importaciones’, informaciones con las cuales el Gobierno de la corona busca bajar el nivel de incertidumbre.

Hace un año, cuando aún Theresa May trabajaba como primera ministra desde el número 10 de Downing Street, en la ciudad de Westminster, en el centro de Londres, los ‘brits’ aparecían en los noticieros de la BBC e iTV con miedo a un desabastecimiento de productos europeos como naranjas o tomates de España, ante el seguido vencimiento de plazos para decidir cómo dejar la UE.

Jubilados ingleses y galeses, residentes de balnearios en las costas mediterráneas de Marbella o Montpellier llamaban a las estaciones de radio locales para manifestar su miedo a ser expulsados de España y Francia y no tener cómo mantenerse con sus exiguas rentas bajo el nublado y siempre lluvioso cielo gris de la Gran Bretaña.

Jóvenes españoles e italianos que trabajaban o estudiaban en las universidades de la isla preguntaban si serían despedidos o si no podrían completar sus clases de intercambio por modificaciones en sus condiciones de residencia o sus préstamos estudiantiles.

Michel Barnier, del Reino Unido con Andreja Metelko y Maros Sefcovic, de la UE, se reunieron la semana pasada para hablar sobre un acuerdo comercial. Foto: AFP

Todo eso ya concluyó con la llegada del nuevo ministro Boris Johnson, las nuevas elecciones parlamentarias y la espalda que los mismos obreros dieron al Labour Party. Los tories ganaron. Y los rotativos de línea conservadora, como The Sun, The Daily Mail o the Daily Telegraph volvieron a celebrar. Ya festejaron por primera vez en el 2016 luego del primer plebiscito para dejar la UE. ‘It’s done’: Está hecho.

Y aunque la incertidumbre no termina porque continúan las negociaciones para ver en qué queda el intercambio comercial, la circulación de personas y la frontera entre las dos Irlandas, entre muchos pendientes, en algo coinciden tanto los pro-Brexit como los anti-Brexit: la clase política británica no podrá volver a culpar a Bruselas por sus desatinos.

Esta es la línea de pensamiento de Tony Rucinski, londinense de nacimiento, doctor en desarrollo de liderazgo y profesor de educación superior, quien vive más de 25 años y formó su familia en Cardiff, capital de Gales, ubicada a dos horas en tren y tres horas en auto, al occidente de la capital del otrora Imperio Británico.

Ahora que el Reino Unido esta fuera de la Unión Europea “somos nuevamente una nación independiente, libres de hacer nuestras propias leyes y de interactuar con otras naciones alrededor del mundo”, dice Rucinski.

Para este padre de familia de mediana edad, con cuatro hijas, una educación alta y una renta media, la decisión de los británicos revitaliza la democracia del país porque los hacedores de leyes y tomadores de decisiones -los políticos- ya no podrán culpar al resto de europeos por su mala gestión.

“Podemos ahora votar por un cambio si así lo queremos. También somos nuevamente capaces de manejar nuestra economía en un escenario internacional en función de nuestras fortalezas y prioridades como país y no las de otras naciones, que pueden tener intereses muy diferentes”, añade el ciudadano inglés.

De hecho, el discurso de los británicos contrarios a la UE era que ni siquiera conocían a sus diputados ante al Parlamento europeo y que ninguna ley podía entrar en vigencia si no pasaba por un largo proceso burocrático, luego de que 27 países lo aprobaran al otro lado del Canal de la Mancha.

Obviamente, la visión de los contrarios al Brexit es diametralmente opuesta, destaca las desventajas que conlleva el proceso y sobre todo teme actos de xenofobia y exclusión de emigrantes en general y de europeos en particular.

Alessio Bernardelli, físico italiano que trabaja en cooperación internacional, también vive en Cardiff. Casado con una galesa con quien tiene cuatro hijos, llegó hace 15 años al Reino Unido para seguir una maestría y luego de un proceso en el que tuvo que pagar 1 500 libras esterlinas (USD 1 950) se naturalizó como ciudadano británico, sin tener que renunciar a su pasaporte europeo.

Le preocupa que los europeos que actualmente residen en Gran Bretaña al final sean discriminados y eventualmente echados del país. “El estado de ánimo y el discurso político al momento en Reino Unido está llegando a ser muy discriminativo contra los emigrantes de la Unión Europea”, dice.

Bernardelli advierte que Gran Bretaña tendrá una posición más débil a escala internacional, en el momento de negociar con posibles socios comerciales, al ya no ser parte del mercado común europeo.

En el ámbito económico, las voces contrarias al Brexit temían y continúan preocupadas ante la posible salida de fábricas del país, al perder las facilidades de exportar al resto de Europa, con la consecuente reducción de empleo e ingresos para la población.

Estos factores y otras inconformidades en Escocia o Irlanda del Norte -donde el Brexit perdió- e incluso en Gales frente a Inglaterra refuerzan las tendencias independentistas que amenazarían con desmembrar el reino. Sin embargo, ni Rucinski ni Bernardelli ven factible esta posibilidad en corto plazo, por razones económicas y políticas.

Más allá de ello, preocupaciones y expectativas se mezclan en esta época de transición y negociaciones. En este escenario, Johnson ya mostró su posición el jueves pasado: no se alineará con las reglas de la UE y podría abandonar los diálogos si no hay avances.

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