La policía de Pekín anunció este lunes 10 de abril un sistema de recompensa para los ciudadanos que denuncien actividades de espionaje, ofreciendo hasta medio millón de yuanes (unos 68 000 euros) como recompensa.
Los informadores, a quienes se les invita a actuar mediante un teléfono rojo, por correo o desplazándose personalmente, pueden embolsarse hasta 500 000 yuanes si su denuncia resulta útil. Una suma apetecible teniendo en cuenta el salario medio en Pekín (85 0000 yuanes anuales).
“Los ciudadanos juegan un importante papel en las investigaciones por espionaje”, dijo la policía de Pekín en un anuncio publicado en su página web.
Éste precisa que los delatores pueden elegir entre el anonimato u obtener protección policial para ellos y sus familiares. Los autores de informaciones falsas serán castigados, advierte el cuerpo de seguridad.
El año pasado, un ‘cómic’ que colgaba de las paredes de los edificios públicos advertía a los chinos contra las artimañas románticas de algunos extranjeros para obtener informaciones.
La historia, titulada “Amores peligrosos” ponía en escena a una funcionaria llamada Xiao Li y a un profesor universitario extranjero llamado David. El cómic terminaba con el arresto de la pareja después de que Xiao Li le hubiera dado a David unos documentos internos de su administración.
El régimen chino saca a menudo a relucir la amenaza de las “fuerzas extranjeras hostiles” para justificar su recurso a la censura o las violaciones de derechos humanos.
El año pasado, Peter Dahlin, un activista por los derechos humanos sueco, residente en Pekín, estuvo detenido durante tres semanas antes de ser expulsado por haber amenazado la seguridad nacional. La asociación con la que colaboraba ofrecía formación a abogados especializados en el tema de recursos contra los abusos de las autoridades.
El diario Beijing Morning Post afirmó este lunes que esperaba que la “movilización de las masas” permita levantar “una Gran Muralla antiespías de acero templado”.
Según el periódico, un pescador de la provincia de Jiangsu (este) consiguió una “gruesa” recompensa tras haber alertado a las autoridades sobre un artefacto sospechoso presente en el agua y que llevaba inscripciones en una lengua extranjera. El dispositivo servía para recoger datos para una potencia extranjera, aseguró el diario.
Según el censo más reciente, en 2010 vivían 600 000 extranjeros en China.