En la cima mundial de Global Voices, la organización que acoge a los ciudadanos que se expresan en la red, se arriesgó a hablar Victoria Grand, jefa de políticas de YouTube.
Ella detalló los procesos que siguen para sacar de circulación los videos inadecuados entre los miles de cortos que les llegan: cada minuto se suben a YouTube 24 horas de video.
Eliminar la pornografía “es lo más fácil”, asegura. Los ayudan algoritmos que detectan videos color carne, y un software que despliega el video cuadro a cuadro. “Un pezón, y ¡para afuera!, salvo que sea un videoartístico”, cuenta Victoria.
Un grupo de inspectores revisa los videos que se objetan -24 horas al día y los siete días de la semana-, partiendo por los rechazados por los computadores y luego por los que el público marca como inadecuados. Si los videos rompen las reglas (www.youtube.com/t/community_guidelines), salen de la página.
La frontera entre lo permitido y lo inaceptable es difícil de fijar, asegura la especialista. De seguro quedan fuera los abusos a animales, el consumo de drogas, alcohol y tabaco por menores o la fabricación de bombas.
Pero se suman las políticas de reconocimiento de la propiedad intelectual, las que son bastante flexibles. Cada vez que YouTube censura un video, le informa a quien lo subió, persona que puede apelar a la censura; a veces funciona. Por ejemplo, un fotógrafo reclamó cuando le bajaron una foto artística de un niño fumando, y se la volvieron a subir.
YouTube reconoce que la tarea no es fácil. Hay casos de gente que denuncia como inadecuados los videos de la competencia. “Entonces la censura no actúa. La cantidad de reclamos no es un argumento para retirar un video”, asegura Victoria.
Aún así, las fronteras son difusas. YouTube juzgó válido subir muestras de violencia policial en Egipto, o la insolente pugna entre musulmanes y daneses luego del episodio de la caricatura de Mahoma en Dinamarca.
La censura no es infalible ni automática. No hay computador que pueda entender el contexto, explica Victoria. Los inspectores son necesarios, pero tardan alrededor de una hora en decidir si bajar o no un video. Algunos son muy difíciles y la operación se hace, en general, cuando ya circulan. Por ello, en relación con “centros de entrenamiento terrorista, es probable que muchos estén en YouTube”, confiesa.
La asamblea la aplaude, y destaca su valentía de dar la cara ante los críticos blogueros del mundo.
En 2006, ‘ad portens’ a la venta de YouTube a Google, la empresa hacía ‘buena letra’ para venderse en las mejores condiciones, y su política de censura se endureció, convirtiéndose en algo ambigua.
Un ejemplo de cuán pantanosos se volvieron sus territorios, fue la polémica que abrió la censura que sacó el aire un video colgado por un ícono de la derecha estadounidense, Michelle Malkin.
El video era una especie de apología a gente (escritores, políticos, cineastas) que había sido blanco de amenazas o agresiones por parte de fieles del Islam; como Salman Rushdie, el autor de ‘Los versos satánicos.
Uno de los argumentos de YouTube para haber sacado el video del aire, fue que, por ejemplo, se mostraban los cuerpos de dos personas asesinadas por musulmanes radicales.
Quienes cuestionaban la decisión, aseguraban que en YouTube abunda la violencia y era incomprensible que estas imágenes sean las causantes de la censura. Por esta razón veían detrás de esta decisión una razón política, que abrió un amplio debate.