Si no fuera por él yo no tendría esta casita y no pagué ni un peso. No me consta que fuera malo. Él y su mamá ayudaron a muchas personas pobres como yo”. María Marlene Torres defiende así a capa y espada a Pablo Escobar Gaviria, quien le regaló la vivienda en la cual vive hace casi 27 años, en el barrio que lleva el nombre del desaparecido capo del cocainero Cartel de Medellín.
La pequeña mujer de 57 años, viuda y con dos hijas, de entrada como que marca el terreno. Es una de las fundadoras no solo del sector sino de la suerte de cofradía de la devoción que en este intramuros se ha forjado alrededor de la figura de uno de los mayores delincuentes en la historia de Colombia. Y da a entender que en su casa, la nro. 26EE142, y en esta barriada, que se levanta en las laderas del centrooriente de Medellín, no cae bien si se habla mal del patrono de la zona, que donó los terrenos y 500 viviendas de una planta a personas casi indigentes.
Ella, por ejemplo, vino acá desde un ‘ranchito’ (barrio miseria) del sector de Moravia, que aún se levanta cerca de un enorme botadero de basura, en la capital del departamento de Antioquia. Y desde entonces ocupa una morada que tiene dos alcobas, una sala comedor, una cocina, un baño y un patio interno.
Sus mejores recuerdos, dice, se enlazan con ‘El Patrón’, ‘El Papá’, Pablo o Pablito, como aquí era (es) llamado el capo. Como por ejemplo, cuando él trajo de paseo a los beneficiarios, con refrigerio incluido, a los terrenos en los cuales se edificaron, de forma paralela, las 500 casas y la leyenda de Escobar Gaviria como un Robin Hood criollo, pero que terminó enredado en las telarañas del narcotráfico y de la violencia hasta que fue abatido por la Policía, el 2 de diciembre de 1993.
“Pablo venía a menudo y jugaba fútbol en la calle principal, en pantaloneta y con la camiseta verde (del Atlético Nacional)”, refiere la ama de casa que conserva un CD que aborda el lado amable del hombre que desató el narcoterrorismo en las calles de la segunda ciudad de Colombia, en la década de los ochenta.
Pero lamenta que hasta ahora, por falta de dinero, no haya comprado la figura de 22 cm de alto de Pablo Escobar con indumentaria de congresista y de Robin Hood. Las estatuillas, que fueron diseñadas por el artista colombiano Ernesto Zapata, se encuentran en algunos domicilios del sector y no faltan las familias que los veneran, señala la viuda.
Otra fundadora del barrio y de la cofradía es Carmen Guerra. Solo tiene palabras de agradecimiento para Escobar Gaviria, que la sacó de una covacha de cartón, junto a un basurero y le entregó la casa nro. 26EE135.
“Él era nuestro papá de los pobres y lo queremos mucho”, asegura esta madre de 10 hijos.
Dennis Rodríguez P. Corresponsal en Bogotá