El humo de los neumáticos quemados y las bombas de estruendo en la avenida 9 de julio fueron apenas una frágil imagen de lo que había ocurrido hace nueve años. El 20 de diciembre del 2001, luego de renunciar a la Presidencia, Fernando de la Rúa abandonó en helicóptero la Casa Rosada.
Es una imagen que quedará grabada en la memoria argentina como la fatídica fecha cuando murieron 30 personas por la represión policial.
Ayer, en Buenos Aires, movimientos sociales, piqueteros y de izquierda quisieron recordar ese tiempo con lo que alguno llamó ‘la fogata piquetera’. Desde antes de las 18:00, movimientos de izquierda (no afines al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner) cortaron las calles que rodean el obelisco.
Fueron apenas un par de miles de personas, que contrastaba contra los cientos de miles que en el 2001, con cacerolas en las manos, reclamaban ante las medidas que había impuesto el ministro de Economía, Domingo Cavallo, gurú del neoliberalismo privatizador de los 90.
El país vivía entonces la mayor crisis institucional, económica y social de los últimos cien años. La convertibilidad (paridad dólar-peso) ya no tenía futuro y el desempleo bordeaba el 21%. La ineptitud gubernamental de De la Rúa, a quien sus hombres de confianza le habían ocultado información, estaba sacudiendo el país. Los saqueos eran constantes, los negocios caían y la población atacaba a los bancos.
Con el grito masivo en las calles de “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, el 20 de diciembre firmó la renuncia con su puño y letra. Nueve años después, organizaciones piqueteras aún exigen justicia por la corrupción que generó la crisis y por las muertes de la represión.