Gabriela Paz y Miño,
Para Siete Días
No hay frase que no termine con una broma. Es como un reflejo condicionado.
Un hábito –muy divertido por cierto– que hace que se vuelva muy difícil encauzar una conversación seria con él.Después de todo, Xavier Bonilla, conocido como Bonil, es humorista gráfico y está acostumbrado a arrancar sonrisas.
Pero detrás de ese perfil público tan extrovertido, este quiteño de 46 años se autodefine como un solitario. Un hombre que disfruta tanto el recibir amigos en su casa, como el hecho de que se marchen y el silencio vuelva a reinar.
Alguien que no se siente cómodo si su auditorio se vuelve masivo. Y para quien enfrentar una hoja en blanco, cada día, a la hora de producir sus caricaturas, es mucho más cómodo que sentir que muchos pares de ojos lo miran y lo evalúan’ aunque siempre tenga a mano una broma oportuna, que lo saque del apuro.
¿Vino a vivir lejos de la ciudad para huir de la gente?
Huí sin saber que huía. Y ahora me siento bastante a gusto, a pesar de llamarme Javier (risas). He encontrado aquí un sitio de intimidad, casi como volver al útero.
¿La soledad se ha vuelto más atractiva?
Sí, con el pasar de los años y gracias a tanta gente que he querido, llegué a darme cuenta de que soy un solitario. Creo que la muerte de mi papá me marcó mucho también. Pero en realidad, siempre me sentí bien en soledad. En alguna época de mi vida, no me hacía problema por ir a comer solo a un restaurante o ir al cine solo. Es que nadie me aguantaba. Pero gracias a esa soledad, también aprendí a disfrutar de mí mismo.
¿Era soledad por elección?
En realidad, no me hacía lío. He sido una buena compañía para mí mismo. Siempre fui de pocos amigos. Y muy pocas enamoradas también (dice con picardía).
Hace poco, al finalizar una charla que dio en una universidad, le escuché decir: “por eso nunca sería profesor”. ¿Es por esa incomodidad de hablar en público?
Era más por lo agotador que fue. Es un gran esfuerzo físico, no estoy acostumbrado a hablar tanto. Yo no soy muy ‘conversón’ y me canso. Hablar en público es una actividad agotadora, aunque enfrentarte al papel en blanco también puede generar una especie de miedo escénico.
Se dice que en la escala de los miedos humanos está primero el temor a la muerte y luego el miedo a hablar en público. ¿Comparte ese orden al hablar de sus fobias?
Pero hay que decir que, después del miedo a la muerte, está el miedo al matrimonio (risas). No me siento cómodo hablando en público, porque mi actividad no se desarrolla por allí. Cuando tengo que hablar en alguna mesa redonda o en algún coloquio, siempre hay este nerviosismo. Enfrentarte al público es confrontar el qué dirán, en vivo y en directo. Es una evaluación colectiva: si lo que dices es inteligente o es tonto, si sabes o no sabes.
¿Y cómo combate los nervios? ¿Tiene algún tip?
Bueno, hasta ahora me acuerdo de algo que me dijeron de niño: hay que empuñar los dedos del pie. Eso es algo que nadie te ve hacer y que sirve para transferir el nerviosismo allá. Pero, pensándolo bien, creo que lo más eficiente es encomendarte a la Virgen del Quinche. Eso nunca falla.
Su trabajo es evaluado todos los días por la gente’
Claro, pero es como que tu mujer te fuera infiel, pero tú nunca te enteras.
¿Las bromas pueden ser una salida para los nervios?
Totalmente. Entonces, a veces uno puede decir disparates.
¿Le ha pasado?
Siempre. Y nunca he entendido por qué la gente se ríe. Cuando me va mejor no es cuando hablo, sino cuando me callo. Eso me favorece mucho. Pero, en realidad, yo creo que sí hay una relación entre el humor y esto del nerviosismo. Buscar una risa, hacer una broma, elimina ese nerviosismo que es normal cuando los seres humanos interactuamos. El mismo Freud decía que la gente que hace humor tiene un temperamento nervioso.
¿Es su caso?
Bueno, yo ahora me controlo más. Antes me movía mucho, era muy hiperquinético, muy nervioso. Era ‘muequista’. Y ya ves los estragos: ahora esta arterioesclerosis me está dejando cada vez más estático. Pero son los nervios de que tengas una catarata de ideas y no sepas cómo expresarlas.
¿Le sucede algo parecido antes de empezar a dibujar?
Claro, a veces es como si literalmente me exprimiera el cerebro. Es como una exacerbación nerviosa y me han salido chispazos que han resultado ser muy buenos, al final.
¿Tiene alguna otra fobia?
Sí, tengo terror a las entrevistas.