Ataques en París hicieron realidad la pesadilla temida por servicios de inteligencia

Policía acordona una calle cerca de la cafetería La Bonne Biere tras varios ataques en la capital francesa de París, el 13 de noviembre de 2015. Más de 100 personas murieron y muchas resultaron heridas. Foto: AFP

Policía acordona una calle cerca de la cafetería La Bonne Biere tras varios ataques en la capital francesa de París, el 13 de noviembre de 2015. Más de 100 personas murieron y muchas resultaron heridas. Foto: AFP

Policía acordona una calle cerca de la cafetería La Bonne Biere tras varios ataques en la capital francesa de París, el 13 de noviembre de 2015. Más de 100 personas murieron y muchas resultaron heridas. Foto: AFP

Ataques simultáneos y una toma de rehenes, perpetrados por varios hombres armados y al menos un kamikaze: el escenario de pesadilla que temían desde hace meses los servicios antiterroristas se volvió realidad el viernes en París.

Durante las últimas semanas, responsables y expertos había advertido que atentados islamistas de envergadura sin precedentes se estaban preparando contra Francia y que impedirlos sería casi imposible.

“El termómetro ha subido. Hoy los yihadistas buscan acciones prolongadas, para que los medios las difundan en directo y les den un máximo de publicidad”, confiaba recientemente a la AFP un alto responsable francés de la lucha antiterrorista que solicitó el anonimato. “Tememos ataques prolongados, con kalashnikov”.

Al menos 120 personas murieron en los ataques con armas automáticas y explosivos en siete lugares, entre ellos la sala de conciertos el Bataclan y el Estadio de Francia, en el norte de la capital, donde se jugaba un partido amistoso Francia-Alemania.

En el Bataclan, donde los atacantes abrieron fuego contra la público al grito de “Alá Akbar” (Dios es grande) , la Policía lanzó el asalto poco después de medianoche.

Cinco ejes muy frecuentados del centro de París fueron además blanco de ataques en barrios cercanos a la Plaza de la República, una zona cercana al semanario Charlie Hebdo, blanco de un sangriento ataque en enero pasado.

Es exactamente lo que temían desde hace meses las autoridades: una copia en la capital francesa, y en versión más dura, del ataque perpetrado en septiembre de 2013 por un comando islamista en el centro comercial Westgate de Nairobi, con saldo de 68 muertos, tras cuatro días de asedio bajo la mirada de las cámaras del mundo entero.

“Si se encierran en una gran tienda, resulta una pesadilla dar con ellos ” , había explicado el responsable. “ Sólo para saber cuántos atacantes había, y luego hallarlos, neutralizarlos, se necesitaron horas. El día que nos toque un par de veteranos con experiencia de combates en Siria, vamos a estar en problemas”.

“Dispuestos a morir” 

Desde principios de año, sólo la suerte y la torpeza de los autores de las tentativas de atentado contra un tren Thalys entre Amsterdam y París, o en una iglesia de Villejuif (suburbio de París), habían permitido evitar una carnicería.

Sin embargo, con el regreso de Siria e Irak de decenas de combatientes yihadistas cada vez más aguerridos, tan numerosos que resulta imposible vigilarlos a todos, aumentaron los riesgos de un ataque de amplitud sin precedentes.

“El peligro radica en un equipo más o menos importante de tipos aguerridos, procedentes del teatro de operaciones, tal vez de Siria, tal vez de Libia o Yemen, que disponen de armas en Francia y que pasan a la acción”, confiaba recientemente a la AFP Yves Trotignon, exmiembro de los servicios antiterroristas franceses.

“Tipos determinados, dispuestos a morir, que estudiaron sus blancos y sólidos desde un punto de vista operacional, pueden causar mucho daño. El número de yihadistas veteranos aumenta día a día. Frente a eso, hay que decirlo, los servicios están desbordados”, agregó.

Tras los ataques contra Charlie Hebdo y el supermercado kósher en enero pasado, los servicios antiterroristas, de inteligencia, policiales y de socorros se preparaban para la eventualidad de un ataque simultáneo. Ensayaron respuestas, modos operativos y de cooperación para hacer frente.

Los atentados de Bombay, en noviembre de 2008, cuando diez atacantes causaron 173 muertos en cinco puntos diferentes, habían sido cuidadosamente estudiados por todos los servicios antiterroristas del mundo.

Sin embargo, los responsables interrogados admitían que era inevitable que, llegado el día, el modo operativo de los atacantes incluiría detalles que no habían anticipado.

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