En pleno ataque iraní, el ejército estadounidense ciego sin sus drones

Una imagen tomada el 13 de enero de 2020 durante una gira de prensa organizada por la coalición liderada por Estados Unidos que lucha contra los restos del grupo del Estado Islámico, muestra una vista de los daños en la base aérea militar de Ain al-Asad q

Una imagen tomada el 13 de enero de 2020 durante una gira de prensa organizada por la coalición liderada por Estados Unidos que lucha contra los restos del grupo del Estado Islámico, muestra una vista de los daños en la base aérea militar de Ain al-Asad q

Una fotografía tomada el 13 de enero de 2020 durante una gira de prensa organizada por la coalición liderada por Estados Unidos que lucha contra los restos del grupo del Estado Islámico, muestra una vista de los daños en la base aérea militar de Ain al-Asad que alberga a las tropas estadounidenses y otras tropas extranjeras en el oeste Provincia iraquí de Anbar. Foto: AFP

Poco tiempo después de un ataque inédito de misiles iraníes contra una base iraquí que alberga tropas estadounidenses, estas perdieron todo contacto con su sistema de vigilancia área, ultrasofisticado y muy costoso.

El 8 de enero, en represalia por un ataque estadounidense que mató al poderoso general iraní Qassem Soleimani en Bagdad, Teherán lanzó 22 misiles contra la base aérea de Aín al Asad en el oeste de Iraq, sin causar víctimas.

La mayoría de los 1 500 soldados estadounidenses presentes en esta base, una de las más grandes del país, llevaban dos horas en alerta y en los refugios cuando comenzó el ataque, a la 01:35 hora local.

Luego despegaron siete aviones teledirigidos estadounidenses incluidos los MQ-1C Gray Eagles, especializados en vigilancia aérea y capaces de volar durante más de 27 horas seguidas, cargados con cuatro misiles antitanque con guía láser Hellfire.

Pensamos que las fuerzas enemigas “podrían lanzar un ataque terrestre, por lo que mantuvimos la fuerza en el aire”, dijo uno de los pilotos que se rotaron en el mando de los drones, el sargento Costin Herwig.

El soldado era parte de un grupo de 14 pilotos que se refugiaron en contenedores transformados en una cabina para controlar los drones.

El primer misil iraní proyectó volutas de polvo en el refugio, pero los pilotos se mantuvieron calmados, explicó el sargento Herwig a la AFP durante una visita de prensa organizada por la coalición antiyihadista liderada por Washington.

Pero los siguientes misiles golpeaban cada vez más cerca. “Pensamos que había terminado”, dijo el soldado.

“Sin control”

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Un misil arrasó una de las viviendas de los soldados cerca de la sala de operaciones de los pilotos.

“No más de un minuto después del último misil, me dirigía a los búnkeres y vi que un incendio estaba quemando todos nuestros cables de fibra óptica”, que son esenciales para controlar los drones, dijo el sargento Wesley Kilpatrick.

Sin estos cables, es imposible conectar las cabinas piloto a las antenas que transmiten las señales hacia y desde los drones. "Una vez que se quemaron los cables de fibra óptica, ya no nos quedó ningún control".

Los militares estadounidenses se habían quedado ciegos, y si un dron era derribado nadie se enterara en el puesto de control.

"Esto es grave porque (los drones) son muy caros y hay muchas cosas (secretas en su producción) que no queremos que otros sepan", precisa Kilpatrick.

Un solo dron Grey Eagle cuesta siete millones de dólares, de acuerdo con datos oficiales de Estados Unidos.

Estos drones han sido utilizados por la coalición en Iraq desde al menos 2017, como parte de la lucha contra la organización yihadista Estado Islámico (EI).

Carrera contra reloj

Al notar que los ataques con misiles se acercaban a su sala de control, los pilotos finalmente decidieron refugiarse en bunkers, con las tropas que ya estaban allí.

Pero tan pronto como terminó el ataque, corrieron para restablecer el contacto con los drones, en una carrera contrarreloj para localizar y recuperar las Águilas Grises.

Cuando amaneció trabajaron a toda velocidad para reemplazar los 500 metros de cable que se habían derretido y reprogramar los satélites para captar las señales emitidas por los drones.

Último paso: aterrizar los 'pájaros'. "Esta parte fue bastante estresante" , dijo el sargento Herwig. Se suponía que uno de los drones aterrizaría antes de que comenzara el ataque: la prioridad de los pilotos era devolverlo al suelo lo más rápido posible ya que estaba con poco combustible.

Durante varias horas, hicieron que los drones aterrizaran uno a uno. La adrenalina los mantuvo despiertos mientras los otros soldados se recuperaron de una larga noche y evaluaron el daño en la base.

Alrededor de las 09:00 locales todos los drones regresaron a Aín al-Asad. Durante la visita de prensa, los soldados pulieron y mimaron los dispositivos, bajo un sol de invierno. "Hemos traído de vuelta a todas nuestras aves", dijo el sargento Kilpatrick. "Fue toda una hazaña".

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