María Mendosa y Assan Madal con sus hijos cocinan comida junto a su casa totalmente destruida en el pueblo de Nacate, al sur de Macomia, el 27 de abril de 2019, después de que el ciclón Kenneth golpeara el área. Foto: AFP
Un colchón embarrado, una silla y unos objetos es lo único que Maria Mendosa y su marido Assane Maulana pudieron salvar de la cabaña en la que vivían con sus cinco hijos tras el paso de un ciclón por Mozambique.
Como otros muchos habitantes de la aldea de Nacate, en el extremo norte de Mozambique, su cabaña saltó por los aires el jueves por la tromba de agua y las ráfagas de viento de casi 300 km/h del ciclón Kenneth.
“Estábamos en el interior de la habitación cuando el tejado voló y toda la casa se desplomó en mil pedazos. Era de adobe”, cuenta Assane, de 62 años.
Bajo la mirada de los niños, María, de 37 años, cuece yuca en una fogata.
“Ahora nos vemos obligados a dormir en las palmeras. No tengo trabajo y con cinco hijos (…) Todo lo que había cultivado en mi parcela desapareció, no queda más que un poco de yuca”, lamenta Assane. “Esta noche vamos a comer un poco de maíz y frijoles, pero no queda gran cosa”, añade María.
El matrimonio colgó en una palmera unas prendas y mantas.
Antes del paso devastador del ciclón Kenneth por el archipiélago de las Comoras. el norte de Mozambique y el sur de Tanzania, Nacate era uno de esos pueblos tranquilos que bordean la carretera entre Pemba, la capital de la provincia de Cabo Delgado, y la ciudad de Macomia, ubicada más al norte.
Esta fotografía aérea tomada y publicada el 27 de abril de 2019 por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés) muestra las comunidades dañadas en el distrito de Macomia, Mozambique luego de la destrucción del ciclón Kenneth. AFP
Nacate tenía un colegio, una tienda, un salón de té y hasta una antena para teléfonos móviles.
Si bien la escuela de paredes de hormigón y la torre metálica resistieron el embate de Kenneth, el salón de té quedó hecho trizas. “El viento y la lluvia destruyeron todo mi comercio”, constata su propietario Andrane Bacar, de 45 años, inconsolable.
– ‘Reconstruir’ –
“Tenía dos casas y esta tienda, todo quedó destruido. No tengo medios para reconstruirlo todo”, lamenta. “Voy a intentar edificar una casa, pero es realmente lo único a lo que puedo aspirar”.
Muy cerca de allí, la tienda de comestibles del lugar también resultó dañada. Según el último balance oficial, Kenneth se cobró al menos 5 vidas y dañó más de 3.000 viviendas en Cabo Delgado.
La tienda se quedó sin tejado. El encargado, Jamal Amisse, trabaja sin descanso para arreglarla y abrirla cuanto antes.
“Como usted puede ver, 300 casas del pueblo quedaron destruidas. No queda nada”, explica Amisse, de 37 años, mientras unos chicos juegan al fútbol.
“No hay nada que hacer, a lo mejor nos moriremos porque no tenemos ninguna ayuda”, predice, fatalista. “Somos negros y pobres”, añade.
En la ciudad de Macomia, a 10 km al norte de Macate, a lo largo de una carretera cubierta de árboles caídos, Kenneth causó numerosos destrozos. Unos técnicos intentan restaurar el suministro eléctrico a sus 90 000 habitantes.
El escaparate de la sucursal del banco BCI saltó por la borrasca, dejando a la vista los cajeros automáticos y las oficinas.
Nadie robó nada, declara, casi sorprendido, uno de los obreros en medio de los escombros. Asegura que el dinero se puso rápidamente a buen recaudo.
En esta localidad, todos los habitantes están pendientes del tiempo. El cielo está encapotado y la lluvia de vuelta, y con ella trae la amenaza de inundaciones.