Eric Balderas tiene 19 años. Su madre, huyendo de la violencia doméstica, lo trajo desde México a él y a sus hermanos a Estados Unidos cuando tenía 4 años.
Hace una semana fue detenido en el aeropuerto de San Antonio cuando intentaba regresar a continuar con sus estudios en la universidad de Harvard, en Boston. “Mi espíritu está roto, pero el apoyo que estoy recibiendo de Harvard me está dando cierto optimismo”, le dijo a la radio local WBUR. Mientras, Xi Yu, del diario universitario de Harvard, asegura que un abogado de esa universidad defenderá su caso.
La suerte no estuvo de su lado: perdió su pasaporte mexicano y no sirvió de nada el carné de estudiante de Harvard. Dos horas buscaron en el sistema de inmigración su nombre. No lo encontraron y lo detuvieron por cinco horas. Lo dejaron en libertad condicional hasta el 6 de julio. “Soy estadounidense, ni siquiera sé cuál es la historia de México. Hay muchos como yo, esta es nuestra casa y no queremos dejarla”, dice.
Debido a un más refinado control de indocumentados que focaliza las redadas en factorías, la historia de Balderas se ha vuelto repetitiva. Jessica Colotl desde hace tres meses vive algo parecido.
Cuando esta estudiante de origen mexicano ingresaba al predio universitario de Kennesaw State University, en Georgia, un oficial le pidió la licencia de conducir. Allí se descubrió que no tenía documentos y que logró continuar con sus estudios universitarios pagados en parte por ella y por el Estado. Es la mejor de su clase en Ciencias Políticas y francés, pero el juez ordenó su deportación en mayo. Miles de personas marcharon en Georgia a favor de Colotl e Inmigración acaba de extender un año de estadía hasta que termine sus estudios.
Los casos de Balderas, Colotl y Benita Véliz, quien también lucha en Texas para que no la regresen a México, ha devuelto la urgencia de aprobar el Acta de los Sueños, que daría derecho a los estudiantes a obtener su residencia.
Otro campo de batalla surge en las universidades y cómo estas pueden impedir que se beneficien los jóvenes sin documentos. “En ninguna parte se dice que las universidades públicas deben o no aceptar estudiantes basándose en su estatus. Si quieren que los que no tienen papeles se queden fuera tienen que lograr que sus legisladores creen una ley”, dijo John Millsaps, vocero del Directorio de Regentes en Georgia.
Balderas, Colotl, Véliz, los 10 estudiantes que están en huelga de hambre en Nueva York y los que se plantaron en las oficinas del senador John McCain han puesto en juego el futuro de sus familias en Estados Unidos. Según Balderas, hace 10 años su familia aplicó para la residencia, sin éxito aún. Él estudia biología molecular y celular gracias a una beca completa de Harvard. Sueña con ser un científico que busca remedio para el cáncer y es miembro activo entre los grupos de estudiantes que piden el Acta de los Sueños.
Su inteligencia es una carta que podría jugar a su favor. Esa no la pudo utilizar Patricia (nombre cambiado), quien llegó a EE.UU. cuando tenía 6 años. Por sus excelentes calificaciones fue transferida a una academia privada.
Antes de obtener el bachillerato, cumplió con el requisito de aplicar a las universidades que les gustaría estudiar. La mayoría la aceptaron. Pero ella sabía que sin papeles no había futuro. Hace un año regresó con sus padres a Ecuador con la promesa de que allá continuará sus estudios.