Una patrulla de la Fuerza de Defensa Nacional de Sudáfrica (SANDF) camina a través de la parada de taxis Noord en el distrito central de negocios de Johannesburgo, el 1 de abril de 2020 durante una operación de cierre de seguridad. Sudáfrica sufrió un bloqueo nacional
Desde los hospitales senegaleses hasta las farmacias callejeras camerunesas, pasando por empresas farmacéuticas sudafricanas, África subsahariana, desarmada ante el coronavirus, se lanza sobre la cloroquina, un medicamento bien conocido por sus habitantes.
Este tratamiento y sus derivados, como la hidroxicloroquina, utilizados durante años para curar la malaria en el continente, suscitan en el mundo la esperanza de muchos frente a la pandemia viral.
Pero su eficacia está lejos de ser demostrada y su generalización divide a la comunidad científica.
Si bien la Organización Mundial para la Salud pidió reiteradamente cautela en el continente africano, que dispone de pocos medios para luchar contra el virus, las autoridades de los diferentes países no vacilaron durante mucho tiempo.
En Burkina Faso, Camerún y Sudáfrica, por ejemplo, los gobiernos autorizaron rápidamente a las estructuras hospitalarias a tratar a los enfermos con esta molécula.
Y un estudio, similar al del científico francés Didier Raoult, fue lanzado en Sudáfrica.
En Senegal, casi la mitad de las personas infectadas recibieron la prescripción de hidroxicloroquina, informó a la AFP el profesor Musa Seydi del hospital de Fann en Dakar. Todos los enfermos aceptaron, “sin excepción alguna , precisa.
Entusiasmo compartido por la República Democrática del Congo, donde el presidente Félix Tshisekedi declaró la semana pasada que es “urgente” producir cloroquina “en cantidad industrial”.
En Sudáfrica, una de las mayores empresas farmacéuticas prometió donar 500 000 tabletas a las autoridades sanitarias.
“Si se demuestra que la cloroquina es eficaz, África, que importa la mayoría de sus medicamentos, tal vez no sea la prioridad (para los laboratorios)”, advirtió Yap Bum, representante de Epicentro en África, la sección de investigación de la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF).
Miedo de que no alcance
Francia prohibió su exportación y Marruecos requisó todas sus existencias. Un miedo que se extiende hasta la calle. “En las farmacias de Yaundé ya no encontrarán más, se han agotado las existencias”, añade Bum.
“Los habitantes han comprado todos los comprimidos, al parecer sin receta médica. Esto es peligroso”, lamenta.
El gobierno camerunés publicó una nota en la que pide a los profesionales de la salud que no “cedan al ánimo de lucro” y que no “prescriban” el medicamento a título preventivo.
En varias grandes ciudades africanas, como Abiyán (Costa de Marfil) o Luanda (Angola), los habitantes acudieron a las farmacias para recoger las medicinas. El mismo fenómeno se observó en Malaui, donde aún no se ha anunciado oficialmente ningún caso.
En Libreville (Gabón) las colas frente a las farmacias también se alargan, explica Armelle Oyabi, presidenta de una asociación de personas con lupus, una enfermedad autoinmune que se trata con hidroxicloroquina.
Desde el sábado ella está detrás del mostrador de en única farmacia que todavía tiene un stock. “Compruebo que el medicamento sea entregado a los que lo necesitan”, explica.
Automedicación peligrosa
Los expertos están preocupados por este frenesí popular y temen una automedicación. “Para los cardíacos esto puede ser fatal”, advierte Yap Bum.
En cuanto a las “sobredosis, pueden acarrear la muerte”, añade Alice Desclaux, médica antropóloga del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) en Senegal.
La semana pasada fueron hospitalizados dos intoxicados con cloroquina en Nigeria, un a medicina que suele obtenerse ilegalmente en el circuito informal callejero.
“La cloroquina siempre ha estado presente en el circuito informal de África”, explica Desclaux. “Todavía se utiliza para provocar abortos”.
En una farmacia clandestina de un barrio de Duala (Camerún) Lucien, el gerente, confiesa haber vendido sus existencias. “Los clientes lo reclaman, pero no está disponible inmediatamente, habrá que hacer un nuevo pedido”.
Pero “atención, los precios han subido”, y advierte que el comprimido se vende ahora 65 céntimos de euro, cuatro veces más caro que hace unas semanas.
Una maestra, de 60 años, admite que compró uno la semana pasada. “Lo guardo por si acaso”.
EL COMERCIO
MÁS SOBRE LA EMERGENCIA SANITARIA