Abraham García llegó en mayo pasado a la bohemia Nueva Orleans. Desde hace dos semanas trabaja como mesero en el restaurante Pierre Maspero’s, uno de los lugares de comida marina más tradicionales de la ciudad.“Viví 20 años en Nashville, cuenta. Pero mi mujer me dejó y tuve que salir de allí”.García, de origen mexicano, ha escuchado que la tragedia en el golfo de México es grave. El gerente de Pierre Maspero’s le ha dicho que el estado de Louisiana depende del petróleo, el turismo y la pesca. Esos tres factores son justamente los que están en riesgo por el derrame.La pesca es muy escasa. Los visitantes no llegan porque no hay playas sanas ni pueden disfrutar de la legendaria comida marina de la ciudad. Las empresas petroleras están paradas por decisión gubernamental hasta que las playas y el mar queden limpios.El mexicano cuenta que el camarón, los calamares y los cangrejos se están trayendo del vecino estado de Texas. Los pocos turistas que llegan acá exigen comida de calidad y es muy poco lo que se puede pescar por el momento.Con la urgencia de trabajar, este latino vino a pesar de que muchos amigos le dijeron que esta tierra estaba destrozada por el huracán Katrina. Por sus graves secuelas, más del 40% de habitantes abandonó Nueva Orleans y se ubicó en otras ciudades de EE.UU, en el 2005.Pero García arribó una noche a esta ciudad con gran influencia afroamericana y se quedó enamorado de su fiesta permanente, donde nunca se duerme. Donde se respira, escucha y saborea el jazz, en cada rincón.Mientras García confiesa que tiene miedo de quedarse otra vez sin empleo, en una pantalla de televisión sobre el bar, el noticiero de CNN informa que ha llegado a Nueva Orleans el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Luego de su arribo en helicóptero, comió los deliciosos mariscos de la región.Abraham García termina de poner los platos sobre una mesa, recibe a una pareja de clientes y se queda en silencio.Mira de reojo la pantalla de televisión y sonríe con ironía. Comenta lo absurdo que es el poder cuando intenta ganar aplausos y olvida que hay gente, mucha gente, que sufre de verdad.