Evelyn Erlij El Mercurio de Chile, GDA
Han pasado 15 años desde que Gabriel García Márquez creó junto con él la Fundación de Nuevo Periodismo, la meca del periodismo narrativo latinoamericano, donde han impartido talleres Tomás Eloy Martínez y Martín Caparrós. Allí, no importa el título de periodista, sino la pasión por contar historias basadas en la investigación. Su director habla sobre el oficio, la sobrepoblación de periodistas y el caso Wikileaks.
En consonancia con este ideal, el organismo no entrega diplomas ni certificados a sus participantes, e incluso ha descartado a aspirantes con credenciales académicas en beneficio de otros sin títulos, pero con mayor interés por el oficio.
¿Es esa vocación más importante para la Fundación que un título o carrera de periodista?
No rechazamos la formación profesional, al contrario, siempre es una base importante para entrar al periodismo e inclusive desde otras disciplinas. Hay infinitos ejemplos de ingenieros, matemáticos, economistas; así como hay gente que simplemente tiene pasión de escribir y encuentra que la mejor manera es a través del periodismo. Los ingredientes de esa vocación son contar historias, curiosidad, espíritu de servicio público, la idea de estar en contacto permanente con las audiencias. Hay riesgos, muchas veces la vida de los periodistas se ve en peligro. Para eso se necesita una gran dosis de vocación y compromiso, ir más allá de ganarse la plata.
¿Hay un mercado para el periodismo narrativo de calidad?
Es reducido, así como la literatura de calidad tiene un nicho pequeño. Sus lectores son ciudadanos preocupados de lo público, con una capacidad de compra y de lectura alta. Ese segmento es una minoría, una elite. En Nueva York hay la más alta concentración de ese mercado, por eso allá se crearon medios tan sofisticados como The New Yorker o el New York Times, pero eso ya está cambiando. El New Yorker está viendo qué hace para sostenerse. The Economist es una excepción. Es un medio-ladrillo, pero se sabe que lo que aparece ahí es información investigada e interesante.
¿Debería el periodismo narrativo ser parte de la formación de los periodistas?
Conviene, pero no es para todos. Es bueno conocerlo y practicarlo, pues es el lado más ambicioso, donde el periodismo se vuelve literatura. Lo que no vale la pena es creer que todo el periodismo debe hacerse con los códigos del periodismo narrativo, es un error peligrosísimo.
En la era de las redes sociales ¿qué desafíos tienen los periodistas en la actualidad?
Las bases del oficio se han modificado completamente. El periodista producía información para la sociedad y en algunos casos guiaba el debate público. Ahora cualquiera a través de la red puede hacer lo mismo. La Fundación apunta al profesionalismo a través de tres estrategias: contar historias de manera creativa pero fundamentada en la investigación. En segundo lugar, fomentar el papel del periodista como editor de todo este gran mundo de los medios digitales. Un tercer campo es el periodismo de investigación que no reemplaza la información fragmentada y azarosa de la gente de buena voluntad.
¿Qué hacer frente a la sobrepoblación de periodistas?
Se publicó en diciembre un artículo en The Economist que se llamaba ‘El triunfo del hombre de la imagen’. La tesis es que la pelea la ganaron las relaciones públicas. Estamos en un escenario de comunicación directa, pues los especialistas en esa área tienen un trabajo enorme en promover o vender una imagen. Al periodismo le ha ido mal, pero no a la comunicación.
¿Qué cambios en el modelo deja el caso WikiLeaks?
Hay muchas cosas que están en cuestión, desde la noción de qué es confidencial y qué es secreto, algo que hay que revisar completamente. Venimos de una historia en que el poder se encarga de crear mitos y ocultar verdades. Con la tecnología parece que les será más difícil, pero contarán con miles de periodistas varados para seguir haciéndolo. Para eso les están pagando a muchos. Son interesantes las historias paralelas de Julian Assange defendiendo su privacidad.