Liliana Inverno, de 40 años, profesora de lingüística, posa para una foto en Coimbra, Portugal central, el 26 de septiembre de 2019. AFP
“Me fui llorando”, dice Liliana Inverno, obligada a abandonar Portugal en el peor momento de la crisis. De regreso desde hace poco, aprovecha una recuperación económica que es el principal argumento del socialista Antonio Costa para las elecciones del domingo 6 de octubre del 2019.
“No tenía elección”, cuenta a la AFP esta profesora de lingüística de 40 años y largos cabellos negros que acaba de encontrar un puesto en la Universidad de Coimbra, ciudad estudiantil del centro del país, tras haber vivido y trabajado siete años en China.
Un exilio provocado por la crisis de la deuda en 2011 que obligó a Portugal a pedir la ayuda de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A cambio de un plan de rescate de 78 000 millones de euros (USD 71 400 millones al cambio actual), la derecha por entonces en el poder se comprometió a aplicar un duro ajuste.
Liliana perdió su empleo en la Universidad de Algarve (sur) “a raíz de los drásticos recortes en la enseñanza superior”, y su marido, trabajador temporal en el sector del espectáculo, “acumulaba los salarios impagos”.
Desesperada, se postuló en el extranjero y encontró trabajo en 2012 en un centro de formación en Macao, una ex colonia portuguesa devuelta a China en 1999.
Cuando a principios de este año le propusieron un trabajo en Portugal, no lo dudó. A pesar de que el salario es un tercio de lo que ganaba en Macao. “Apenas me confirmaron el nombramiento, hicimos las valijas”, afirma.
“Dar vuelta la página de la austeridad”
Llegado al poder en 2015, el socialista Antonio Costa, gran favorito de las legislativas del domingo 5 de octubre, prometió con sus aliados de la izquierda radical “dar vuelta la página de la austeridad”, en un país en el que el desempleo alcanzó un pico más del 17% en 2013.
Costa aprovechó la reactivación iniciada bajo el gobierno de derecha y los efectos de las reformas impuestas por la troika (UE, FMI y Banco Central Europeo), y consolidó la recuperación económica, adoptando medidas como un aumento de los salarios de la función pública o las jubilaciones, que habían sufrido fuertes recortes.
El resultado de esta política fue un crecimiento de 3,5% en 2017 y 2,4% en 2018, los más altos desde el año 200. De su lado, el desempleo se redujo a la mitad y regresó a su nivel anterior a la crisis (6,4% en julio).
“Este contexto excepcional es el sueño de todo gobierno”, sintetiza el economista Joao Duque, para quien la economía portuguesa ha gozado de la coyuntura europea y del “boom del turismo”, que representa cerca del 10% del PIB.
Pero, decidido a continuar el saneamiento de las cuentas públicas, el gobierno que integra el ministro de Finanzas Mario Centeno, presidente del Eurogrupo, “aumentó los impuestos indirectos y recortó las inversiones públicas”, agrega este profesor de la Universidad Técnica de Lisboa.
De este modo, el déficit, que había alcanzado 11,4% del PIB en 2010 y era todavía de 4,4% en 2015, sería este año de solo 0,2%, algo nunca visto desde el regreso de la democracia en 1974.
“Medio millón de exiliados”
En Coimbra, la universidad fundada en el siglo XIII acaba de contratar para el ciclo lectivo 2019-2020 a una treintena de profesores como Liliana Inverno, que espera con impaciencia la llegada desde China del contenedor con sus pertenencias.
Como Liliana, unos 50 000 portugueses se fueron de Portugal durante la crisis. Según las estimaciones oficiales, cerca de dos tercios ya regresaron.
Antonio Costa no deja de felicitarse del hecho de que en 2017 “el saldo migratorio fue positivo por primera vez desde la crisis” , lo que constituye una señal de la buena salud económica del país a su entender.
El número de inmigrantes que viven en Portugal aumentó un 21% en 2017, de acuerdo con los estadísticas de la OCDE citadas esta semana por el gobierno.
Pero a pesar de esta bonanza, “la gente tiene problemas para llegar fin de mes”, dice Liliana, que se queja en particular del alza de los precios del inmobiliario.
Las expectativas creadas por el gobierno socialista decepcionaron además a algunas categorías profesionales, dando lugar el invierno pasado a una serie de huelgas en la función pública.