Mujeres y política
Se puede discrepar, protestar y clamar al cielo por venganza pero hay que reconocer que reprimidas, marginadas, postergadas históricamente (quizás el único acierto del Código de Da Vinci), ahí están. Y ahora, desde hace más de un siglo de manera directa -a causa de un pasado de marginación política- son parte activa de la sociedad y en algunos países protagonistas del ejercicio del poder -buenas o malas- pero estelares. En el Ecuador sin embargo la situación es muy diferente.
Fuimos de los primeros países en el continente que reenvidamos los derechos educativos, culturales y la igualdad jurídica de las mujeres. Sin embargo, en la vida política, desde hace una década sigue la diferencia en contra del género, en cuanto a su protagonismo e independencia. En el área profesional sobresalen en todos los campos si ninguna excepción ni exclusión; pero en la arena política, incluidas las de mejores potencialidades sufren el efecto de taras sociales indelebles que las vuelven a relegar a ser obedientes, limitadas en su accionar e incapaces de marcar su propia huella en la historia de la nación.
Se puede admirar a Michelle Bachelet aunque se discrepe de la adhesión a última hora a Eduardo Frei. No es posible olvidar a doña Cristina Kirchner como senadora de la nación argentina, aunque muy pronto se olvidará su triste paso por la presidencia. Más atrás, la buena memoria regresa en nuestros lares a la Libertadora del Libertador y en el pasado mundial inmediato a Golda, Indira, Hilary y aunque nos desagrade a la Margaret de las Malvinas. Han sido jefas de Estado, legisladoras, ministras de Defensa como Soledad Alvear en Chile o excelentes ministras de Relaciones Exteriores en Colombia. Pero ¿qué pasó en Ecuador?
Es difícil aceptar explicaciones de que en nuestro país, solo por la preeminencia histórica del machismo cultural o el enfermizo caudillismo al que somos adictos, son la causa de una sutil y efectiva exclusión política de las mujeres; pero no es una satisfactoria explicación. Hay muchas que son legisladoras, ministras, concejalas, pero sabemos que, como se dice en el fútbol, casi siempre están en el banco o en la categoría B y por alguna razón simplemente no trascienden hacia estados superiores de la conducción nacional. El hombre en la política para los que estamos en ese lado puede ser cómodo y fundamentado en una vanidad irreductible; sin embargo, los grandes desafíos que afectan a naciones como la nuestra, exigen la activa y valiente palpitación de todos, tanto de mujeres como de hombres en la inmensa tarea por delante. De lo contrario, en sociedades tristes y urgidas como la nuestra no podrían superarse los tiempos de aquella noche de finales de enero en 1944 en el Luna Park de Buenos Aires , luego del terremoto de San Juan, cuando Eva Duarte le dijo a Juan Domingo Perón: “Gracias mi coronel por existir”.