Mujeres patriotas y precursoras

Rubén Darío Buitrón
EL Comercio

¿Fernanda Barriga? ¿Lorenza Avemanay? ¿Rosita Campuzano?

 Ellas han sido  tan esenciales para la libertad, la dignidad y el patriotismo como lo fueron  Manuela Cañizares, Manuela Sáenz y Manuela Espejo
Pero a Fernanda, a Lorenza, a Rosita y a muchas otras mujeres precursoras que lucharon por la independencia de lo que hoy es Ecuador se las conoce poco, casi nada o nada...

Por eso es relevante el libro recientemente editado por el Instituto Ecuatoriano de Investigaciones y Capacitación de la Mujer (Iecaim), dirigido por Fabiola Cuvi Ortiz.

En una publicación  modesta pero de presentación impecable, “Mujeres Patriotas y Precursoras de la Libertad”   incluye 16 retratos y 30 perfiles, la etnoinvestigadora Marcela Costales Peñaherrera presenta una investigación profunda e inspiradora sobre extraordinarias mujeres protagonistas de la historia libertaria y que, sin embargo, han permanecido ocultas para los ojos de los historiadores tradicionales.

“Es un sencillo homenaje para todas aquellas libertarias que jamás recibieron premio alguno, condecoración, medallas o títulos, esas silenciosas que luego de brillar en todo su esplendor volvieron a la vida cotidiana de toda mujer sin reclamar ni esperar nada, solo la profunda felicidad de haber sido protagonistas de los verdaderos cambios...”.

 El texto de Marcela Costales es, en realidad, un trabajo sentimental. Porque recoge las investigaciones de sus padres, los antropólogos  Piedad y Alfredo Costales. Porque hay que tener mucha pasión y mucha paciencia,  para indagar en la poca documentada vida de estas mujeres que fueron decisivas en una lucha aparentemente exclusiva de los héroes y los próceres masculinos, como se nos malenseñó en la escuela.

Entonces, por el libro de Marcela transitan no solamente las Manuelas sino las Baltazaras, las Marías, las Rosas, las Antonias, las Josefinas, las Anas...
Son mujeres valientes como la amazónica Guazabara, morena y altiva, “de negra cabellera, de ligeros movimientos, de grácil paso y de ferocidad más allá de todo lo que se podría imaginar”.

Como Antonia León y Velasco, quiteña que se trasladó a Ibarra y transformó su casa en el centro de reuniones clandestinas para la organización de la resistencia contra los españoles.

 Como Baltazara Terán, hermosa y encantadora latacungueña que sirvió de correo clandestino para distribuir papeletas con lemas y consignas revolucionarias.
 Como Rosita Campuzano, “bella,  blanca de piel, con el tinte especial que da el aroma cálido de Guayaquil”, que se trasladó  a Lima y contribuyó a la causa independentista convenciendo a los oficiales del batallón Numancia para que desertaran  y marcharan a combatir por la libertad.

Como todas las mujeres ecuatorianas que heredaron ese espíritu de lucha y que, desde sus diversas actividades, muchas de ellas silenciosas, contribuyen cada día a luchar por una sociedad más democrática.

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